la ciudadanía estadounidense ha emitido su veredicto. Obama extenderá su presidencia cuatro años más. Los discursos de victoria y de concesión han ilustrado la grandeza en la derrota de Romney y la humildad en la victoria de Obama con las llamadas al bipartisanship, a la reconciliación y la colaboración mutua para cicatrizar las heridas.
Los medios norteamericanos enfatizan que la votación refleja una profunda sima en la sociedad. El apoyo a Obama se sustenta en los jóvenes, en las mujeres, en los sectores urbanos y en las minorías afroamericana y latina. Se concentra en los estados de Nueva Inglaterra, la región de los Grandes Lagos y en los estados del Pacífico. Una excelente coalición que mira al futuro.
Romney ha concitado la adhesión del electorado de mayor edad, los sectores rurales, los varones y los wasp. El color rojo del elefante tiñe los estados de la América profunda del Oeste, Medio-Oeste y del Sur que, claramente, son tributarios de la América de los pioneros y colonos, retratada por Alexis de Tocqueville en su obra Democracia en América. Y ello pese a que Romney ha hecho un esfuerzo para alejarse del poder creciente del Tea Party, tratando de centrar su programa para ganar apoyos más allá de los bastiones republicanos. Su formación debe reflexionar sobre las enormes transformaciones que EEUU ha conocido en su estructura demográfica, cambios que persistirán en próximos decenios y que deben traducirse en nuevas respuestas del viejo gran partido.
Los demócratas han asumido mucho mejor esas profundas transformaciones. Obama ha ayudado a que el asno azul adquiera múltiples tonalidades. Desde esa atalaya de modernidad, reitera, en la mejor tradición keneddyana, que "seguimos siendo más que una colección de estados rojos y azules, somos y siempre seguiremos siendo los Estados Unidos".
El camino del segundo mandato no se presenta sencillo. Mayorías distintas en la Cámara de Representantes (republicana) y en el Senado (demócrata) prolongarán los enormes obstáculos para el desarrollo del programa presidencial que Obama ha conocido en su primer mandato. Posiblemente Clinton, su mejor apoyo en la campaña, debiera asesorarle sobre la manera de combatir el bloqueo que él afrontó en el segundo bienio de su primer mandato (1995-1996).
Las palabras del discurso de Obama de que "sabemos en nuestros corazones que para EEUU lo mejor está por venir" no parecen sino una ilusión que el futuro deberá contrastar.