NOS preguntamos casi cada día dónde estamos en la crisis y para intentar responder con garantía buscamos referencias en otras circunstancias similares. Se dijo que ésta era una crisis estructural, de cambio de época, de cambio de valores, el inicio de otra forma de entender la economía. Vamos limitando los recursos productivos de la economía que fabrica para consumir y creando pocos focos de nueva actividad con futuro. Los créditos, los salarios, las pensiones, el ocio o los servicios públicos se van mermando, vamos soltando lastre de un globo que no navega.

El hipotético cambio estructural nunca se ha definido más allá de potenciales reformas en los sistemas hacia un mayor control. Pero esto no se ha puesto en práctica porque el sistema económico está en el corazón que impulsa y ordena la actividad social. La economía está en el centro de las decisiones y de todas las aspiraciones políticas. Estas se supeditan a recuperar los parámetros económicos de un modo de vida que se ha demostrado inadecuado para los retos de un planeta de 7.600 millones de habitantes.

La gran cuestión es si en estos momentos se trata de reactivar la economía de siempre o crear otra economía, la de nunca. La primera opción es la que nos dejaría tranquilos, sería como pasar una enfermedad para volver a vivir igual que antes. Pero la probabilidad de que se cumpla esta primera opción puede ser más baja de lo que desearíamos. Las razones están en los cambios demográficos y tecnológicos que estamos viviendo de forma muy acelerada, que hacen que los ejemplos del pasado no nos sirvan. No alcanzamos a comprender suficientemente el potencial del impacto que las tecnologías de la información están -y van a seguir- produciendo en nuestra sociedad.

En primer lugar la globalización informativa y la ruptura de los modelos piramidales hace que la información puede pasar de cualquiera a cualquiera -las redes- sin intervención de los que gobiernan y desaparece el mecanismo de control por la ignorancia y falta de transparencia. Las tecnologías de la información no están en crisis porque son el sustrato fundamental del cambio social que estamos viviendo. Esta revolución se compara frecuentemente con la de la imprenta, pero es sin duda mucho más importante. Entonces la mayoría de los habitantes de la tierra era analfabeta y la imprenta y los libros llegaron sólo a una élite social.

La segunda apreciación de este impacto de las tecnologías de la información es la distribución del conocimiento y la facilidad con la que una sociedad puede recuperar decenas de años de retraso si sabe encauzar la educación y el conocimiento de su población más joven. Aquí quedarse dormido significa ver como otros nos desplazan de nuestra capacidad de competir, y es fácil que si no somos muy activos nos pase esto. Los países con poblaciones jóvenes tienen un potencial tremendo por el efecto de capacitar a las nuevas generaciones en tecnologías y conocimientos que los harán muy capaces de producir cosas y servicios con ventajas sustanciales.

No debemos olvidar que la economía se desplaza, en las economías más prosperas y con futuro, de actividades fabriles básicas a actividades complejas que incluyen el manejo del conocimiento y a servicios avanzados a las personas. Los ratios de mejora de la productividad en los servicios basados en información por el empleo de las tecnologías de la información llegan a dividir los costes entre 200 en periodos de 25 años. Estos datos superan a cualquier actividad productiva industrial en costes y eficiencia.

El siguiente factor en este gran cambio es la dimensión poblacional mundial que se incorpora a la economía de mercado, que va a duplicar como mínimo la existente hace 20 años. La presión de 3 millones de habitantes sobre los sistemas ecológicos y de recursos con los modelos económicos vigentes y la batalla por los mismos en condiciones beneficiosas reactivarán las tensiones territoriales y geopolíticas.

Soltar lastre no es suficiente. Esperar a que se reactive lo que era tampoco. Seguir la huella de los que compiten en productividad y eficiencia desde siempre sería deseable pero no lo sabemos hacer bien. Nos veremos obligados a impulsar la salida de esta situación con un estilo y rumbo propio. Veremos emerger soluciones parciales desde los problemas sociales a través de nuevas ideas, nuevos oficios, nuevos modos de entender la vida. Las tecnologías de la información serán los grandes instrumentos de una nueva sociedad que integre cambio de valores, de estilos de vida y del valor de los recursos materiales frente a los del conocimiento. Aparecerán en esta economía -que no existe todavía- otros capitales con los que medir la riqueza como el capital conocimiento, el capital relacional, el emocional y el cultural. Surgirán nuevas economías de calidad del tiempo, veremos la economía del cuidado y de los recursos compartidos. Tenemos esta oportunidad por delante de crear nuevas iniciativas, de impulsar el globo en una buena dirección. Soltar lastre no es suficiente.