LOS años 30 del pasado siglo supusieron una gran transformación político-social en el movimiento nacionalista vasco. En el marco de un contexto europeo de explosión de los totalitarismos de derecha e izquierda, y una república española tensionada al extremo por sectarismos de ambas tendencias, emergió una generación joven de nacionalistas vascos que, con la libertad como bandera, protagonizaron un impulso modernizador del nacionalismo y pusieron las bases de su política institucional, que se contrastaron en la conducta pública de los nacionalistas en el periodo de guerra.
Aquella generación, nutrida de hombres y mujeres legendarias y sacrificadas, bien puede representarse en dos iconos para las siguientes generaciones, y, muy especialmente, para Hamaikabat: José Antonio Agirre y Manuel Irujo. El 2010 fue el año del "profeta pragmático", y el 2011, a treinta años de su fallecimiento, se lo dedicamos al "león estellés".
La lucha política de ambos empezó con un desencuentro. Los navarros nacionalistas habían elegido una lista electoral en 1931 encabezada por dos azotes para la derecha caciquil Navarra: Aranzadi e Irujo. El PNV de Bizkaia, que había pactado con la Derecha una coalición nacional, defenestró la lista navarra e impuso a un jovencísimo Agirre, que aparecía más dócil para las derechas coaligadas. A pesar de este mal comienzo y enfrentados, Agirre e Irujo pronto se encontraron en la gran transformación que situó al nacionalismo en el cauce central del país. Fue un encuentro, una unión, que duró el resto de sus vidas políticas.
Extraemos aquí algunas características comunes de estos dos grandes regeneradores del nacionalismo vasco, que nos resultan especialmente aleccionadoras para el momento presente:
Agirre e Irujo elevaron lo social a categoría estratégica para el nacionalismo. El gobierno de Agirre fue un modelo de gestión social, y la participación de los trabajadores en las empresas fue bandera en el corto espacio de su gestión. El voto popular que atesoró Irujo, el crecimiento del nacionalismo en la Zona Media y Ribera de Navarra, siempre se basó en ser el "abogado de los pobres", en impulsar proyectos populares de desarrollo territorial, y en un activismo pegado a la realidad. Ellos priorizaron las categorías sociales que hoy son lema para Hamaikabat.
Agirre e Irujo, además de ser dos grandes activistas en contacto con el pueblo, fueron líderes con abundante producción intelectual. Fueron grandes defensores y promotores de la construcción institucional del País. Irujo fue un gran fuerista innovador. Tomó la Historia como un referente para tomar impulso, sin caer en el culto a un historicismo anclado en el pasado. Su fuerismo y su reverencia por los valores democráticos y el marco europeo, fueron el mejor precedente para el exitoso proyecto político-institucional de NaBai de 2007, asumido en su integridad como propio por Hamaikabat.
Agirre e Irujo proclamaron nuestra identidad nacional y nunca renunciaron a las mayores cotas de libertad para su pueblo, incluida la estatalidad en el marco europeo. Pero nunca por "golpes de mano oportunistas". Agirre siempre dirigió gobiernos de concentración. Irujo siempre pensó en construir nación con los diferentes. Irujo murió reclamando lugares comunes con los socialistas, con la izquierda democrática; porque estaba convencido de que la Navarra caciquil había que cambiarla con ellos; porque no concebía una Euskadi libre sin la participación de los socialistas vasco-españoles. Ese espíritu integrador es el que abraza Hamaikabat; un espíritu que es regenerador hoy en día frente al "espurio negocio del frentismo", una patología afincada en los soberanismos sectarios de los dos polos que hoy padecemos, y una patología que también ha penetrado en ámbitos concretos del actual viejo partido.
Agirre e Irujo son, por lo tanto, los mejores referentes del nacionalismo integrador, para construir nación entre todos, y con el gradualismo del debate y "vencer con razones" frente al oportunismo del golpe de mano frentista. Ésa es la regeneración y ensanchamiento del nacionalismo para los que ha nacido Hamaikabat. No hemos inventado nada, aportamos crítica y autocrítica para mejorar; para regenerar.
Agirre e Irujo, Irujo y Agirre, fueron grandes defensores de los derechos humanos. Agirre presidió el único territorio de todo el Estado español en guerra en el que no hubo represión política organizada desde arriba. Era el oasis vasco. Irujo asumió ser ministro de Justicia de la República, distinguiéndose por salvar vidas, excarcelar y canjear prisioneros. Así fue reconocido por todos. Irujo y Agirre, dos abertzales admirados por los republicanos de toda España, dos abertzales respetados también por los fascistas españoles y sus sucesores ideológicos.
Más allá de las referencias superficiales que históricamente se han hecho de Agirre e Irujo, en Hamaikabat creemos que hay que profundizar en su legado, en sus escritos, en sus hechos. Y nos sentimos orgullosos de tenerles como el referente ideológico. ¿No son estas dos figuras savia nueva para regenerar un nacionalismo vasco que debe mirar a todos los vascos y vascas más allá del propio ombligo?
¿No son Irujo y Agirre los mejores referentes de estímulo para celebrar este Aberri Eguna regenerador del nacionalismo; para un Aberri Eguna que integre en la construcción nacional a vascos y vascas de todas las sensibilidades?