estamos viviendo una situación cada vez más grave: crisis económica y social, catástrofes naturales, planes políticos irrealizables, clases dirigentes poco éticas? A pesar de todo, voceros infalibles nos hablan de avances insospechados. Cuando se asegura tajantemente que la juventud actual es la mejor preparada de la historia, aparecen las dudas más que razonables porque los diversos estudios realizados entre los propios jóvenes no parecen propicios a lanzar cohetes. Si el futuro va a quedar en sus manos; si la sociedad va a seguir desarrollándose de acuerdo a las normas políticas existentes; si las crisis nos van a condicionar cada vez más, ¿quién y qué se va a denunciar? ¿qué propuestas van a proponer? ¿en qué medida van a colaborar?; porque las diversas encuestas realizadas entre la juventud dan un porcentaje escandaloso de pasotismo. No quieren saber nada de política, con lo que no sabemos de qué forma pueden resolver la situación. Mal panorama para empezar.

Tras resaltar subjetivamente sus conocimientos, que dan paso a sus correspondientes títulos académicos o universitarios, su exigente queja es la de que "la sociedad no tiene en cuenta dichos esfuerzos y sólo les ofrece trabajo basura". ¿No quedamos en que son los mejor preparados?; ¿a qué esperan para crear su propio trabajo y, de paso, de mayor calidad? Para la solidaridad hay que estar entrenados, y temo que a éstas últimas generaciones se les ha hablado demasiado de derechos y muy poco de deberes. Para empezar, seguimos considerando al trabajo como un derecho y como quiera que todo derecho ha de ser compensado por un deber, ¿quién debe asumir éste último?

Si seguimos contemplando sus crecientes exigencias, siguen basándose en que hay que respetar su independencia, pero sin citar la interdependencia; vivimos en sociedad, y desde nuestra cuna sólo se nos ofrecen dos opciones: servir a los demás o servirnos de ellos. Y aquí aparece otra de las alarmas en este terreno; tan sólo el 3% de las personas se prestan a colaborar en el voluntariado social. Si continuamos en el análisis, dicha independencia la asimilan a la libertad, muchas veces sin límite alguno para su ejercicio: maltrato creciente de género; abuso de estupefacientes para poder aguantar tanto estrés; deslealtad matrimonial, o pareja de hecho? lo que lleva a la duda de que dicha actitud se traslade al resto de sus actividades.

Dentro de esa extraordinaria preparación tecnológica y científica, nos topamos con una carencia absoluta de humanismo y así, la degradación de dichos valores empieza a alcanzar límites preocupantes. El todo vale, no vale. Todos estamos obligados a unas referencias éticas o morales, so pena de convertir el mundo en un caos. Y a este respecto no deja de ser significativo el rechazo creciente a la asignatura religiosa de cualquier tipo.

Por si sirve el ejemplo, ahí va el de Jean Jaurés, jefe del Partido Socialista Francés en 1893, fundador de L´Humanité: "Querido hijo: Me pides que firme tu excepción de cursar la Religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que tus condiscípulos y por parecer digno de un hombre sin convicciones religiosas; no te la envío ni te la enviaré jamás, estoy empeñado en que tu educación e instrucción sean completas y no lo serían sin el estudio de la Religión". La carta continua citando diversas disciplinas, indispensables para una persona instruida. "Hasta en las matemáticas encontrarás la Religión? ¿querrás saltar por encima de estas páginas enteras en tus lecturas y estudios?". La mente y el espirítu forman un todo inseparable.

Andoni Pérez Cuadrado