falta muy poco para que el Deportivo Alavés cambie de manos. Si nada se tuerce a última hora y se conjugan todas las condiciones que se vienen cocinando a varias bandas desde hace ya tiempo, Josean Querejeta se convertirá previsiblemente en la cabeza principal de un nuevo proyecto con el objetivo de enterrar una época oscura que a punto ha estado de acabar con la vida de un club con noventa años de historia. Su llegada debe resultar a priori esperanzadora para la familia albiazul. Basta con fijarse en su trayectoria de las últimas dos décadas para concluir que se trata de un dirigente de éxito tanto en lo empresarial como en lo deportivo. De su mano, el Baskonia pasó de ser un equipo de pueblo a un club consolidado en la élite europea. Su arriesgada aunque rigurosa gestión le ha permitido competir con los clubes más poderosos a pesar de la inevitable inferioridad económica. Ahora le toca empezar otra vez de cero en otro proyecto, por supuesto sin abandonar el baloncesto, aunque las líneas básicas del método empleado en un club pueden y deben ser aplicables al otro. Querejeta llega al Alavés avalado por todas las instituciones -Diputación, Ayuntamiento de Vitoria, Gobierno Vasco y Caja Vital, entidad esta última que hoy celebra una junta que resultará determinante-, hartas de los advenedizos que en los últimos tiempos echaron por tierra el prestigio acumulado y el trabajo de Gonzalo Antón. Desde entonces, el club ha sido zarandeado por manos aviesas como las de Piterman o inexpertas y torpes, cuando menos, como las de Ortiz de Zárate y Ruiz de Gauna. Han sido siete años de travesía en el desierto, de acumulación exagerada de deuda y de fracasos deportivos. Hasta que la Diputación, principal acreedora del Alavés, se ha afanado en hallar una solución viable y de garantías. La determinación del diputado general Xabier Agirre y su mano derecha Claudio Rodríguez en este sentido es también digna de tener en cuenta. Era hora de poner coto a tanto desmán en una entidad, no lo olvidemos, que aglutina sentimientos profundos y va mucho más allá de los goles. A las instituciones les corresponde reunir las condiciones para que ahora encajen todas las piezas y a Querejeta y sus colaboradores les queda la misión de enderezar una nave a la deriva.
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