Si esta crisis no es la definitiva y tenemos otra oportunidad, deberíamos sacar conclusiones positivas y válidas. Nos tiene que servir como último aviso de que el modelo económico y social en el que vivimos, de continuar, nos llevará a la catástrofe, ya que se sustenta en grandes mentiras. La principal mentira de este sistema totalitario mercantil (STM) que nos domina a nivel global es hacernos pensar y comportarnos como si los recursos naturales fueran infinitos y que por tanto el crecimiento económico también lo puede ser. Puede que sea intrínseca en el ser humano, pero si queremos sobrevivir, hay que poner límite a la avaricia y competitividad humana.
Para que el STM funcione tiene que haber consumistas. En consecuencia, tenemos que sufrir las prisas y el estrés de vivir, trabajar y consumir a toda velocidad que nos han inculcado. Somos esclavos del reloj. Es cierto que hemos conseguido en las sociedades occidentales una cierta libertad individual o quizás nos hemos pasado de rosca y hemos llegado a un individualismo que sí conviene al STM para potenciar la competitividad y el aislamiento. Hay que dar un paso más. Ha costado mucho llegar a esta democracia pero hay que avanzar. El poder sigue ahí, es ciego y nos lleva al abismo.
Si somos conscientes iremos modificando hábitos, haremos conscientes a nuestros hijos de las limitaciones de la tierra en que vivimos y entraremos en la cultura del decrecimiento. Somos animales con una capacidad técnica desarrolladísima, pero no hemos cedido un ápice de nuestra parte animal de la competitividad, propia de la naturaleza. Ambas cosas unidas nos plantan en una situación en la que por exceso de desarrollo podamos autodestruirnos, por competencia entre nosotros o por agotamiento total de recursos naturales.
Aitor Ugartondo