El apogeo lunar que tuvo lugar a las 19:10 horas del día de San José -luna llena en Virgo con máxima proximidad a la Tierra- se produjo en un contexto histórico definido por un terremoto de grado 9, con una catástrofe nuclear incontrolada, con un maremoto televisado que acongoja a los más valientes, con las revoluciones de los países árabes en plena efervescencia, y con algunos países de la OTAN preparando los cazabombarderos F-18 para ir a Libia a remover el avispero. Por si algo faltaba -dicen otros- la Luna llena tuvo lugar durante la conjunción del Sol con Urano en oposición, por lo que es aconsejable hacer lo posible para que Dios nos coja confesados.
Pero yo no soy astrólogo, sino politólogo, y estoy convencido de que todas las cosas que pasan se pueden explicar sin más datos que la presencia de Sarkozy, Cameron y Merkel en el tablero europeo; con China y Rusia como grandes potencias; con Obama haciendo de Hamlet; con la ONU desprestigiada a causa de la invasión de Irak; con los ingenieros que ubicaron las centrales nucleares en zona inundable por los maremotos; y con una serie de monaguillos que, al estilo Gadafi, Mubarak y Ben Alí, son suficientes para relevar a los astros de cualquier responsabilidad en nuestras desgracias.
A modo de ejemplo, por ser lo último, vamos a hablar de la guerra de Libia. ¿Quién tomó la decisión de ir allá? Pues un poquito Sarkozy, que empeñado en reponer la grandeur y en visualizar el largo brazo de Francia, precipitó decisiones inadecuadas que ya nadie supo parar. ¿Y quiénes van a ir? Pues unos sí, como España, y otros no, como Alemania. Italia irá a medias, y el Reino Unido a los tres cuartos. ¿A quién vamos a proteger? No a la gente, que para negar eso ya tenemos la nefasta experiencia de Irak, sino a un poder alternativo -los revolucionarios- del que no sabemos casi nada, que seguramente están divididos, que no tienen capacidad para derrocar al dictador, y de los que sólo cabe esperar una democracia de pura pantalla al servicio de Occidente.
¿Quién más intervino en la decisión de bombardear Libia? Menos Europa, que no está ni se la espera, y Naciones Unidas, que está relegada por un Consejo de Seguridad cada día más artificioso y extorsionado por los grandes, ha opinado todo el mundo: el G-7, el G-8, Rusia y China, la Liga Árabe a trozos, las potencias europeas por separado y el sursum corda revestido de sistema mediático. ¿Y cabe esperar una rápida victoria sin más instrumentos que una exclusión aérea? La experiencia dice que no, y por eso hay que suponer que el conflicto de Libia se va a enquistar y a derivar hacia el terrorismo y la baja intensidad, y que los libios están condenados a morirse de asco en la monotonía de la violencia, como ya sucede en Irak, Afganistán, Pakistán y Palestina.
¿Y a qué vamos allá? A destruir las armas y defensas que le hemos vendido al dictador, y que éste, contra todo pronóstico, utiliza para mantenerse en el poder. Nosotros creíamos que compraba carros de combate para arar campos de trigo; y cazabombarderos para fumigar los cultivos de girasol a velocidad match-2; y explosivos para abrir carreteras y hacer embalses de agua dulce. Pero Gadafi, que no es nada refinado ni sabe nada de lógica, empezó a usar los carros de combate para combatir, y los cazabombarderos para bombardear. ¡Que disgusto!
Y a nosotros, que somos los buenos, no nos queda más remedio que defender al pueblo que nos pagó las armas, a base de más bombardeos, porque la civilización es así y tiene estos intríngulis. El desastre, pues, está cantado, sin que la Luna y Urano tengan vela en este entierro.