La vieja escuela diseñada en el siglo XIX aún pervive en su arquitectura, organización y estructura, se infiltra en los currículos, las metodologías y la evaluación en todos sus niveles. La propia Universidad mantiene, incluso tras la oportunidad de Bolonia, clases dictadas siguiendo las pautas eclesiásticas previas a la invención no ya de Internet, sino incluso anteriores a la imprenta de Gutenberg, que aún podemos reconocer en las iglesias donde tras las lecturas públicas viene el sermón explicativo.
En Educación Primaria y Secundaria se corre el riesgo de que tras entregar netbooks al alumnado por inercia se instale una pizarra (por muy digital e interactiva que sea) y se mantenga la obsoleta disposición del aula (como mirando en un cine) y el rol dominante del profesorado para una relación unidireccional.
La educación contemporánea necesita preparar a nuestra infancia y juventud para convivir con reticulares muy novedosas. Ese es el modelo de aulas de una escuela Google que debiéramos imaginar entre familias, alumnado, profesorado, administración y sistema productivo.
Los entornos personalizados de aprendizaje (Personal Learning Environment PLE) provocarán una revolución educativa sin precedentes, generando una REDucación personalizada que crecerá y se adaptará en todo momento a la persona a quien sirve. Una premisa educativa de profundo calado y ya factible es la conexión permanente con la red de redes, en todo momento, incluidos los tiempos de examen. La evaluación conectada y en red será el motor de cambio y el punto de partida. No caben más pruebas donde no se pueda consultar libremente desde la Wikipedia… hasta el Rincón del Vago. Sólo esta condición alterará la didáctica necesaria para establecer en la segunda década del siglo XXI los modos pedagógicos de programar, orientar, informar, motivar y evaluar. Las familias recuperarán la responsabilidad decisiva en la educación, algo que no fue fácil en etapas históricas actuales, pero que hoy es tan posible como necesario. Las familias, incluso más aún la sociedad en su conjunto, podrán intervenir de forma más continua y determinante en la formación que cada día reciben sus hijas e hijos.
El alumnado ha de recobrar un protagonismo que ha desaparecido en las últimas décadas. En una Escuela 2.0 determinadas labores pueden quedar en manos del alumnado, a fin de estimular su iniciativa y aportación a la comunidad. Las redes sociales canalizando procesos educativos darán visibilidad al alumnado que día a día estudia y se esfuerza (y no sólo al que se organiza un botellón).
El profesorado sigue siendo la clave educativa para lograr la transición hacia una educación 2.0. Su autoritas, más que en la potestas jerárquica, debe basarse en una identidad personal y digital que sea reconocida por la comunidad escolar.
Los calendarios y horarios escolares se ampliarán significativamente, más allá de los espacios físicos educativos cuyas instalaciones serán abiertas en los períodos vacacionales, vespertinos y de fines de semana. El aprendizaje desde los hogares y desde lugares comunitarios cobrará mucho mayor desarrollo y generará nuevas comunidades superando distancias y tiempos. Las actividades complementarias y extraescolares, presenciales y virtuales, vivirán un auge sin precedentes. Las competencias educativas, el alma de los nuevos currículos, se desplegarán también en horarios no reglados y mediante educación informal, pero de alta calidad propiciada por la conversación y la cooperación más abierta y estrecha entre todos los agentes educativos: alumnado, familias, profesorado y sociedad.