Hace unos días, fui a conocer a la recién llegada de la familia. Pude contemplar el infinito amor de unos ojos grandes y unas grandes manos, lino y espuma, sosteniendo a aquella criatura tan frágil como un suspiro. La mujer de grandes ojos y grandes manos susurró una frase que me turbó durante días. De inmediato recordé a los refinados griegos que abandonaban a las hijas recién nacidas; a los espartanos, que los arrojaban por los peñascos; a los romanos, que los tiraban al basurero… y más a los que compran y venden bebés como quien comercia con gallinas. La señora de los ojos grandes y bellos, manos de cuna, mientras besaba al bebé con infinita ternura, dijo: "Esto me reconcilia con el mundo." Y me vino a la cabeza la canción del gitano: Que bonita, qué bonita es cuando duerme, que parece una amapola entre los trigales verdes... Sin recuperarme todavía, sólo puedo decir. "¡Bienvenida a la vida!". Zorte on, Sortu, polita.