VOY a hacer algo que no suelo, felicitar a un político. Por hacerme sonreír. No lo digo con acritud, conste que pese a mi declarado escepticismo respecto a la clase política, en el que me reafirmo, esta profesión también te enseña que hay gente que se dedica a ese negocio que lo hace con algún resquicio de dignidad, decencia, honradez y coherencia; los hay que saben de lo que hablan, no lo duden, y que incluso pueden presumir de la suficiente inteligencia para destacar, inteligencia cognitiva, pero también de otra muy necesaria, la emocional. Vuelvo al principio. Llegó el jueves a la redacción una fantástica convocatoria bajo el epígrafe "EAJ-PNV ofrecerá la pipa de la paz a las distintas tribus vascas". Inmediatamente vinieron a mi mente dos de los más grandes momentos de campaña que he vivido, porque prueban que el sentido del humor es una de las mejores armas para desarbolar al enemigo, sobre todo cuando éste se cree que va sobradito: el magnífico cerdo volador que Josu Erkoreka prestó al PSE-EE en las últimas autonómicas, para regocijo socialista el 1-M, y la no menos magnífica Euskalprise que montaron los del PNV para recibir al candidato Ibarretxe "en defensa de la galaxia vasca". Andoni Ortuzar lideró aquel desembarco como un Mr. Spock más. Es lo que tiene el Carnaval. Ayer, Ortuzar volvió transmutado en Melena al viento en cuerpo de sílfide, "aguerrido jefe de los Bizkaicheyennes". La cosa no pasa de la anécdota pero, en estos tiempos inciertos, el sentido del humor, cuando además empieza por uno mismo, se agradece.