eL Consejo de Ministros acaba de aprobar una serie de medidas enfocadas al ahorro energético y esta decisión viene apremiada por un nuevo máximo del precio medio de la gasolina tras la fuerte subida del barril de petróleo, el principal detonante -a raíz del conflicto que sacude Libia- para que el gabinete de Zapatero haya tomado esta determinación. Las propuestas han sido, en general, mal recibidas -aunque con el aplauso de algunos colectivos ecologistas- no tanto por las restricciones que contienen, sino por lo que llevan de improvisación y de tardanza en su puesta en marcha. Se cuestiona su solidez y sus expectativas porque sobre el papel no se ofrecen alternativas a largo plazo. Ya dijo el ministro de Fomento, José Blanco, que se trata de una apuesta "coyuntural, excepcional y transitoria". No es ésa la tarea que se reclama de un Gobierno del que cabe esperar una estrategia con perspectivas de futuro. Ya se perdió una buena oportunidad de aprender de la crisis de 1973 y hubo entonces también objetivos a corto plazo, que en un país con gran dependencia energética deberían haber sido retomadas por gobiernos posteriores. Pero es que antes de ahora, el PSOE -tan preocupado hoy- ya había tumbado en la actual legislatura tres proposiciones de ley sobre ahorro energético. Y además, algunas de las medidas de ahora han encrespado más los ánimos de quienes sufren la crisis en sus bolsillos. Tiene que ver el malestar, sobre todo, con la limitación de velocidad en autopistas y autovías. La suma es clara: si la gasolina sigue subiendo, si los desplazamientos largos son más lentos y al menor descuido del acelerador planea la amenaza de una multa, las medidas todavía repercutirán más negativamente en la población. Lo que se echa en falta es un diáfano plan de futuro más que un semiapagón de iluminación en edificios públicos; una promoción de los coches eléctricos más que un plan renove de neumáticos; una mejora del servicio del transporte público y no sólo abaratar el billete del ferrocarril. Las disposiciones deberían alcanzar a más sectores y ser más ambiciosas e imaginativas, pero no por sostener un pulso temporal contra la subida del crudo, sino por una razón de pura subsistencia económica y de racionalización del uso de los recursos naturales, que no son eternos.
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