LA reelección del cardenal Antonio María Rouco Varela al frente de la Conferencia Episcopal española y su discurso inicial ante la Asamblea Plenaria -en el que arremetió contra las redes sociales en Internet, de las que dijo que "propician un estilo de vida virtual y vacío"- tuvo mucha relación con este juego entre lo virtual y lo real. Primero, porque la renovación en su puesto -la cuarta- tiene mucho de virtual, ya que en menos de seis meses deberá renunciar al cargo por llegar a los 75 años, la edad de jubilación entre los obispos. Y además, porque la actual dicotomía entre la cúpula episcopal y la Iglesia de base tiene también mucho de dialéctica entre lo virtual y lo real. Rouco Varela representa la versión más conservadora y centralista de una Iglesia que quizá tuvo en el paréntesis de su antecesor Ricardo Blázquez un pequeño accidente para la línea dura del Vaticano. El mandato de Rouco Varela ha tenido también sus consecuencias palpables en las diócesis vascas, no sólo por los controvertidos nombramientos, bajo el mismo patrón, de los obispos José Ignacio Munilla, Mario Iceta y Francisco Pérez -y con la sombra planeando sobre un posible relevo de Miguel Asurmendi en Vitoria-, sino también por la involución que se está viviendo en sectores significativos de su jerarquía, en clara contradicción con la Iglesia de base. Los dinámicos grupos que desde las comunidades cristianas han articulado la Iglesia vasca -Cáritas de Vitoria, con una activa página web y que ayer compareció en las Juntas Generales de Álava con la bandera de la integración cultural- se han destacado históricamente por su aperturismo y arraigo en la sociedad, además de su destreza en el manejo de las nuevas tecnologías como otro instrumento de activismo social y pastoral. Esto es una prueba más del error de Rouco Varela al satanizar Internet, que no es sino una herramienta que sirve para todo. Para construir la paz y para hacer la guerra, para relaciones vacías y para relaciones profundas. El cardenal ya lo reconoció en parte en su discurso, pero luego le traicionó el afán secular de la Iglesia por querer controlar los medios. Es normal que la jerarquía eclesiástica tenga problemas para adecuarse a los nuevos tiempos y para conectar con el sentir de los jóvenes y su realidad en las redes sociales.