Las trampas en el solitario suelen sacar a relucir la catadura moral o ética de muchos personajes. Acaba de irrumpir en el terreno político un nuevo partido, Sortu. Recalco lo de nuevo, porque así fue presentado en la convocatoria del día 7 por sus promotores, ajustándose a la normativa. ¿Por qué dudar de entrada? Si se demuestra más tarde su falsedad, se critica y punto. Durante una dilatada etapa de más de treinta años, la mayoría hemos criticado a ETA y su malsana intervención en nuestra vida política, exigiendo rotundamente su desaparición y su correspondiente acceso a la democracia, mas llegado el momento esperado es rechazado con idéntica rotundidad, tanto por la extrema derecha del PP como por la izquierda del PSOE, quienes se han apresurado a poner en manos de la justicia el caso tantas veces exigido: ¿a qué jugamos?

La Biblia me da pie a argumentar el hecho: hay un pasaje evangélico que habla de un mayordomo infiel, a quien su dueño acusa de haber dilapidado su administración. Cogido in fraganti, se arroja a los pies del amo solicitando su perdón y prometiendo devolver lo robado, a lo que el dueño accede. No obstante, el infiel personaje se apresura a exigir a sus propios deudores el pago de sus deudas, y cuando éstos solicitan aplazarlas prometiendo su abono, el administrador los mete en la cárcel.

En la mal llamada transición, las derechas procedieron a amnistiarnos a quienes habíamos sido víctimas del franquismo, pero sin renunciar ellos ni condenar su propio pasado. Una vez perdonados de su monstruosa trayectoria, con el subsiguiente olvido y perdón, se lanzan al cuello de Sortu y su entorno exigiendo su expulsión del mundo demócrata, mostrando su desprecio a la raíz cristiana que dicen profesar: los fariseos e hipócritas quedan muy mal parados en la Biblia.