Tuvo que suceder un hecho tan dramático como el suicidio de un chaval de catorce años en Hondarribia en 2004 para que el acoso escolar empezara a ocupar la atención mediática. Aquel caso se ha resuelto esta semana con la reciente decisión del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco de condenar a los padres de los menores del instituto a pagar 10.000 euros por haber acosado a su compañero durante más de un año. Una sentencia que ha generado cierta polémica en la medida en la que el centro de enseñanza de la localidad guipuzcoana no ha sido señalado por la justicia al entender que "la actuación de sus responsables fue absolutamente diligente". Anteriormente, los ocho menores procesados fueron condenados a 18 meses de libertad vigilada por considerar que habían cometido un delito contra la integridad moral, una condena que posteriormente se suspendió. La dramática lección que se extrajo del caso Jokin y que ha servido de referente para las campañas de prevención y para la sensibilización de la ciudadanía en torno a este asunto es que el bullying, por contradictorio que parezca, lo pueden ejercer algunas personas pero es el entorno el que lo sustenta, lo tolera o no lo frena. Son las pequeñas actitudes dentro del centro de enseñanza y en las cuadrillas -ámbitos fundamentales de socialización durante la adolescencia- las que deberían encender la luz de alarma que activase a enseñantes y otros profesionales educativos y a las familias en la tarea de frenarlas a tiempo. Este hostigamiento físico y psíquico se manifiesta como una forma de violencia cruel que genera graves consecuencias en el desarrollo futuro de los jóvenes. El Gobierno Vasco ha detectado 33 casos de maltrato entre los 90 investigados y advierte del peligro de las redes sociales, el llamado ciberbullying, por cuanto que son casos más difíciles de detectar. La consejera Isabel Celaá hizo un llamamiento a los padres y madres para extremar su atención sobre sus hijos con el fin de vigilar por si sufren agresiones en la escuela. No estaría de más que reforzara las posibilidades de los centros para detectar estos casos, lo que muchas veces tiene que ver con los medios personales, la acumulación de tareas y lo ajustado de las plantillas para estar encima de actitudes que, siendo de extrema gravedad, se manifiesta a veces con gran sutileza.