Hace ya más de treinta años que la Plaza de los Fueros despidió a un edificio hasta ese momento emblemático para el comercio de la ciudad. Un edificio que albergaba el mercado vitoriano y que fue derribado. Sin entrar a valorar su desaparición, lo que se diseñó en su sustitución a día de hoy, desde la ventaja que proporciona el tiempo transcurrido, no ha estado a la altura de lo que todos esperábamos.
La plaza que fue diseñada por Chillida y Ganchegui, con todo el respeto que se merecen, no ha resultado atractiva. La plaza de los Fueros no fue diseñada para los ciudadanos. Su forma atípica, impersonal y con cierto riesgo para las personas en alguno de sus lugares, no despierta mucho entusiasmo. El gran espacio que ocupa no tiene el gancho adecuado para hacer de la zona uno de los centros neurálgicos de la ciudad como lo fue antaño.
Estos días se ha reinaugurado la plaza, debido a una mejora en la ubicación de una escultura allí colocada del artista Chillida. Una actuación que en los tiempos que corren no era prioritaria, pero que nos ha costado un millón de euros. Las primeras autoridades de la ciudad han acudido en tromba a cortar por segunda vez la cinta. Se han rebozado en el logro que han ejecutado a cuenta de nuestros impuestos.
Al señor alcalde Lazcoz se le ha visto muy sonriente. Se le ha visto con cara de campaña electoral. Es triste que algunos de nuestros políticos resten recursos a un número importante de ciudadanos que están al borde de la exclusión social o que ya están en ella. Nadie cuestiona que la mejora debe realizarse, pero no era el tiempo de llevarla a cabo. Si se ha realizado es porque quien gestiona nuestros recursos vive en una nube.