ayer hizo un mes desde que falleció Sabin Itxaurraga. Cuando supe que Sabin sólo iba a empeorar y que no había ninguna posibilidad de cura, enseguida me vino a la cabeza la idea de plasmar algunos recuerdos de los momentos vividos a su lado. Cuando a mediados de diciembre hablé con él por última vez, sus palabras me hicieron olvidar la idea de escribir. "Lasai laztana, badakizu burugogorra naizela eta Gorbeara berriro igotzea dut helburu".Pero no fue así, es cierto que era bastante burugogor pero todo aquello fue demasiado.

Alguien me decía hace pocos días que seguramente yo recordaba muchas anécdotas sobre Sabin. Y sí las recuerdo porque tuve la suerte de empezar a trabajar con él cuando yo estaba a punto de cumplir los 23 años. A los pocos días de empezar a trabajar de secretaria en el grupo parlamentario, una mañana entró y con una sonrisa me dijo "Iratxe zara, ezta? Ni Sabin naz". A partir de ese día empecé a conocer a un trabajador incansable, agradable, educado, abertzale hasta la médula y apasionado hasta para enfadarse, porque eso también hacía, claro, y en esos momentos soltaba unos cuantos improperios de los que acto seguido acostumbraba a disculparse.

Creo no equivocarme si digo que a todas las personas que trabajamos con él nos hacía sentir imprescindibles, cuando todos teníamos perfectamente claro que el motor de aquellos departamentos del Gobierno Vasco era Sabin. Le encantaba relacionarse de manera directa con los funcionarios y nunca le gustó que le llamaran sailburu o consejero. "Me llamo Sabin", contestaba de manera correcta pero siempre intentando que quedara claro que era independientemente del cargo que ostentara en ese momento.

En uno de sus encuentros internos quiso dejar claro a todos los funcionarios que ellos y ellas eran lo importante porque seguirían en el Gobierno y en cambio él y su equipo estaríamos sólo hasta que la ciudadanía quisiera. Todo esto lo dijo, precisamente, en vísperas de la OPE que casi con toda seguridad dejaría fuera a muchos funcionarios interinos. La carcajada general fue inmensa, pero todos aplaudieron sus palabras, porque estaba claro que eran honestas.

Es verdad que hay miles de anécdotas que recuerdo de Sabin. Como cuando nos juntó a todo el equipo y nos dejó bien claro que podíamos meter la pata pero nunca la mano. O sus empeños por encontrar cafeterías o restaurantes donde dieran menús del día, que por supuesto siempre pagaba de su bolsillo. O cuando se comía un bocata en cinco minutos para disfrutar de los últimos kilómetros del Tour en la tele, antes de entrar en la siguiente reunión. O cuando devolvía los regalos que llegaban al despacho a su nombre procedentes de los más diversos lugares porque consideraba que no debía aceptar ninguno. También recuerdo su coquetería. Muchas veces nos pedía opinión sobre una u otra corbata y le imprimíamos sus discursos en una letra un poquito grande para que no tuviera que utilizar gafas.

Tantas y tantas anécdotas. Tantos y tantos momentos que han quedado en la retina de las personas que tuvimos la suerte de tenerlo a nuestro lado. Recuerdos que nunca olvidaremos. Con estas líneas sólo he querido rendir un pequeño homenaje a Sabin Intxaurraga, un gran político y sobre todo, una excelente persona.

Iratxe López de Aberasturi