NO sé cómo enfocar estas líneas y que nadie se moleste. Sé que el turismo es el principal gancho al que se agarran nuestros gobernantes, y también los no nuestros, para sacar adelante la actividad económica de las ciudades de este siglo. De esa manera hay que entender la alegría desbordante del Gobierno Vasco a la hora de ofrecer los últimos datos de visitantes a Euskadi, unas estadísticas en las que Vitoria se encuentra en lugar preferente gracias a la labor de muchas personas que dedican su tiempo e imaginación a buscar la manera de poner en mayúsculas la capital alavesa en los mapas. Da gusto comprobar cómo con el transcurrir de los años una ciudad como la nuestra ya no es sólo un lugar de paso, sino de parada y fonda. Tenemos mucho que ofrecer: naturaleza, cultura, patrimonio, restauración (de la de comer y de la de ver), historia, comercio... Es verdad que no tiene nada que ver la Gasteiz de este 2011 con la de hace treinta años, pero no veo con claridad hacia dónde vamos: ¿una ciudad para los demás o una ciudad para los ciudadanos? No sé si el objetivo es convertir nuestras calles en las calles de otros, transformar nuestra ciudad en algo que no ha sido pero que pretende ser. ¿Queremos realmente transmutarnos en una Donostia sin playa? Hace unos veranos pasé dos semanas en la capital guipuzcoana. Duré diez días. No soportaba hacer cola en los pasos de cebra, convertidos en un incómodo babel donde había que abrirse paso a codazos. Volví al barrio. A la tranquilidad de un agosto en mi querida ciudad.