UNA de las auténticas razones que subyacen a la necesaria reforma del sistema público de pensiones es inculcar en el imaginario público la idea de que el sistema es insostenible y que todo el que pueda haría bien en buscarse la vida por su cuenta, es decir en contratar un plan de pensiones privado. Los planes de pensiones son unos productos financieros en los que se requieren aportaciones dinerarias que sólo podrán recuperarse al llegar a la jubilación, en ese momento se recupera la inversión realizada más sus rendimientos.

En principio todo pinta de color rosa: las aportaciones no tienen por qué ser muy altas, lo que puedas y ahí lo tienes, para tu jubilación, más lo que se revalorice; además desgravan, las cantidades que se aportan se restan de la base imponible del IRPF hasta 10.000 euros, vamos que pagas menos impuestos.

Sin embargo, los planes de pensiones no son una inversión muy recomendable. En primer lugar, no se puede disponer del dinero aportado (salvo grave enfermedad o paro de larga duración) hasta el momento de la jubilación. En segundo lugar, su escasa rentabilidad. En palabras de Ricardo Sánchez (Gestiohna) "mucho peor que otros productos financieros, en muchos casos negativa". En el mismo sentido, el informe de los profesores de IESE Pablo Fernández y Vicente Bermejo demuestra que en los últimos veinte años sólo dos planes de pensiones superaron en rentabilidad a los bonos del Estado. Y es que las altas comisiones que cobran los gestores de los planes de pensiones (bancos), unido a las no muy certeras inversiones de muchos de ellos hacen que la revalorización se esfume en no pocas ocasiones. Hay que señalar que la rentabilidad del conjunto de planes de pensiones ha caído de 2009 a 2010 un 3,01%, según datos de VDOS Stochastics. Por si esto fuera poco, aquellas aportaciones que no tributaron en su momento, deben hacerlo en el momento de rescatar el plan de pensiones (al jubilarse), vamos que los impuestos que no pagaste año a año los pagas todos de vez.

El mayor atractivo de los planes de pensiones (la desgravación fiscal) sólo lo es para las rentas muy, muy altas; mientras que para el común de los mortales, para cualquier trabajador al que se le ha asustado con la infundada pero muy insinuada, sugerida y anunciada quiebra de la Seguridad Social, un plan de pensiones es un mal plan.

El motivo para el fomento de los planes de pensiones no es otro que el lucro de sus sociedades gestoras, los bancos y sus filiales. En la actualidad hay algo más de 50.000 millones de euros acumulados en planes de pensiones, no tanto como hace un año cuando pasaba de 52.000 (la rentabilidad negativa de sus valores, unido a una pequeña disminución en las aportaciones, explican esta reducción). Y más de 8 millones de partícipes. Ésta puede parecer una cifra muy alta, pero no llega ni a la mitad de los trabajadores (potenciales partícipes), por lo que la patronal del sector considera que tienen un importante potencial de crecimiento. Vamos que somos muchos los que todavía no les confiamos nuestros exiguos ahorros. Ahora, en el marco de las negociaciones para la reforma del sistema de pensiones se han lanzado, de nuevo, a ofrecer sus planes de pensiones. Pero no se limitan a la publicidad de los mismos en prensa, televisión o en los escaparates de sus sucursales. Desde FEDEA, Florentino Felgueroso propone que, en el marco de la negociación colectiva, empresarios y comités de empresa acuerden menores subidas salariales y, en contrapartida, la contratación de planes de pensiones con cargo a la empresa, vamos que sean ellos y no nosotros quienes decidan a qué debemos destinar una parte de nuestro sueldo.

El sistema público de pensiones no corre más peligro que el derivado de un gobierno que defiende los intereses del capital, de la gran banca (recordemos el FROB, Fondo para la Reestructuración Ordenada Bancaria). El sistema público de pensiones es viable y, si no lo fuera en base a cotizaciones, se podría financiar mediante impuestos como en Francia. A fin de cuentas, hay numerosos sistemas e instituciones que no son autosuficientes y se mantienen mediante los Presupuestos Generales del Estado, y me estoy acordando ahora del Ejército o la Casa Real.

tarde, pero llegó. El día 10 ETA hizo público el tan esperado comunicado. El fin de semana anterior, tras especulaciones sin cuento y previsiones fallidas, había sido un hervidero de rumores en círculos mediáticos y políticos. En ese contexto se produjo un hecho sin precedentes; numerosos miembros de la red social Twitter se pusieron a crear y distribuir -con la etiqueta #etafacts- mensajes jocosos y manifiestamente surrealistas, en los que se especulaba acerca de las posibles razones del retraso.

Uno afirmaba que el comunicado se encontraba en un recopilatorio de música dance. Otro se temía que hubiese sido enviado la semana pasada al juzgado de Garzón. Según otra hipótesis, quizás los que habían escapado del control en Francia la semana anterior eran los encargados de enviarlo. Una línea de interpretación incidía en el panorama comunicativo. Uno pensaba que quizás los autores habían enviado el comunicado al diario Egin. También hubo quien sugirió que el desfase no era para tanto y que habría sido la extinta cadena de televisión CNN+ su destinataria. Una variante de esta suposición contemplaba la posibilidad de que hubiese llegado a la cadena que la ha sustituído, que retransmite el Gran Hermano, por lo que habría que esperar a que los concursantes aprendan a leer para poder conocer su contenido. Había quien afirmaba que ETA leería el comunicado en el programa La Noria y según otro, estaría negociando con Sálvame lo que iba a cobrar Belén Esteban por leerlo.

Otras hipótesis invocaban posibles desfases tecnológicos. El retraso habría podido deberse a que ETA no hubiese encontrado una vietnamita (multicopista antigua) para poderlo difundir, aunque otro aducía un menor desfase y especulaba con la posibilidad de que la versión de word en que se había redactado fuese demasiado antigua para poder leerse hoy. Y puestos a invocar desfases tecnológicos, hubo quien aventuró la idea de que hubiese aparecido en un ostraca en Iruña-Veleia, por lo que habría razones para dudar de su autenticidad.

Las tecnologías de la comunicación, por posible uso inadecuado, también aparecieron en escena. A alguien se le ocurrió que un error ortográfico en el título de un mensaje electrónico pudo provocar que fuera dirigido automáticamente a la carpeta de spam. También se especuló con la posibilidad de que quienes lo habían recibido dudasen si los archivos con extensión .odt deben desencriptarse o no; aunque otro afirmó que ETA lo había enviado en un archivo con extensión .exe.

Las redes sociales no fueron ignoradas en ese mar de suposiciones. Alguien había podido sugerir a ETA que, para difundirlo, debían abrir una cuenta en Facebook pero que no encontraban ninguna oficina de ese banco. Otro sospechaba que la ballena de twitter impedía que se redactase el comunicado. Y un tercero se temía que aunque ETA ya hubiese remitido el comunicado a Twitter, quizás su Community Manager tenía protegidos los tweets, con lo que no se podían leer salvo autorización expresa. Y el fenómeno Wikileaks tampoco podía quedar al margen de este asunto: ETA pudo haber enviado el comunicado en un cable a la embajada estadounidense y habrían estado a la espera de que su filtración.

Según una interpretación que incidía en la vertiente estética, el retraso quizás pudo deberse a una indecisión crónica con respecto a las capuchas: ¿en brillo o mate? Y otro no entendía tanta expectativa navideña con el comunicado: "qué inocentes sois -decía- ¿es que no sabeis que la organización son los padres?".

Hasta aquí, una muestra de lo que Twitter dio de sí. Ingenio y desdén caben, como se ve, en 140 caracteres. Este episodio, que también tuvo su reflejo en Facebook, deja un mensaje: el comunicado y la propia organización habían empezado a ser objeto de chanza; eso constituye un verdadera novedad y tiene un significado. Todo lo que se refiere a ETA sigue sin ser motivo de risa, pero cuanto más tiempo pase sin que anuncien su retirada definitiva, menos faltará para que acabe siendo, por ridículo, del todo patético.