las fotografías que este diario recogió el viernes del incendio que devoró el viejo y abandonado colegio de Izarra no hablaban únicamente de un suceso. Como si se tratara del enigmático caserón de Psicosis que esconde un inescrutable -alguna de las imágenes contrapicada evocaba aquella visión- lo que fue pasto de las llamas era el inmueble en el que el Deportivo Alavés guardaba una de las llaves de su futuro, al menos en un sentido simbólico. Pero quizás sea un fuego purificador y la solución al jeroglífico, como en el Norman Bates de Hitchcock, no esté en un edificio en ruinas, sino en interpretar un desdoblamiento de la personalidad entre Piterman, Ortiz de Zárate y Ruiz de Gauna. Todos fueron héroes y villanos. Ahora el Glorioso necesita cordura, quizás empezando por quemar su pasado aprovechando los inmediatos carnavales.
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