La Historia casi siempre se acaba explicando por los intereses personales que se encuentran involucrados. Nos perdemos en teorías sobre cómo debe acabar ETA, pero nadie desciende a lo que, en mi opinión, condiciona totalmente el final. Una vez perdida, teóricamente, la esperanza de victoria, ¿qué es lo que le queda a cada uno de sus miembros? ¿Qué harán después? Si no tienen los ingresos provenientes del impuesto, ¿de qué vivirán al entregar las armas? (Nunca he podido adivinar cómo se constata esto).
Habrá que pensar en su reinserción, me imagino. No me cabe en la cabeza que los que tomen la decisión de cesar en su violencia no piensen también en el después. Si esto no lo tienen asegurado, ¿dónde está su interés en abandonar la lucha?
¿La presión policial? Los hay que confían en ello, pero como las raíces son más profundas que el gusto por matar y el vivero sigue... Esa presión se me antoja que no será suficiente. Pienso que el interés personal será más determinante. Es más fácil que las ideas se plieguen a las ganas de comer que al miedo. Porque con el miedo siempre cabe la esperanza, pero con el hambre...
Se ha publicado que el Gobierno Vasco tiene un presupuesto para este año de 250 millones de euros aplicables a la seguridad derivada de la lucha antiterrorista en sus diferentes aspectos. A esto hay que seguir añadiendo el sufrimiento y la zozobra humanos, la pérdida de inversiones, y los gastos que para la Administración central supone este problema. Es evidente que algo habrá que hacer y estoy convencido de que se está haciendo por debajo de la mesa. Algún día lo sabremos. O no. Pero lo más importante es encontrar el medio más rápido de acabar con ETA. Sin maximalismos. ¿Que el fin no justifica los medios? Cuando hay vidas humanas por medio...