así conocíamos todos nosotros a un compañero deportista que se hacía querer por su calidad humana. Fueron unos años muy felices donde la natación nos unió y que jamás podremos olvidar. Tuve la suerte de conocer a Txus de chavalito. Sus padres Arturo y Felisa, magníficas personas, lo acercaron a la natación. La materia prima era de primera calidad, un niño educado, muy tímido, humilde, rubito, de sonrisa suave y limpia mirada.
En mi vida deportiva dedicada a entrenar natación he tenido la suerte de poder preparar a jóvenes con condiciones físicas óptimas para ser figuras. Se dice que para llegar a ser un campeón hay que nacer, aunque también se puede hacer a base de trabajo. La flotabilidad es condición importante para ser un gran nadador. Txus carecía de este don. Estaba condicionado por la falta de este plus que otros compañeros sí lo tenían. Echeva fue de los segundos, lo cual hizo que para llegar hasta donde llegó tuvo que esforzarse mucho más con un mérito notablemente mayor. Estos días comentábamos con sus compañeros cómo, cuando en alguna tarde del verano el viento del norte no hacía apetecible echarse al agua, Txus preparaba sus músculos dentro del agua mientras yo tenía que alzar la voz para que el resto de los nadadores siguieran su ejemplo. Era el primero en entrar y el último en salir, algunas veces aterido de frío.
Haber tenido a Txus como discípulo ha sido un regalo maravilloso. A base de esfuerzo extra y de voluntad consiguió grandes marcas de 100 a 1.500 metros y ganó las más importantes travesías del País Vasco.
Para mí y para nosotros no ha cambiado un solo ápice a lo largo de su corta vida. Su humildad, interés, dedicación, amabilidad, bondad, calidad humana y, finalmente, el ejemplo de la lucha por su vida hasta el último momento y hasta la extenuación han sido una lección magistral.
Si yo le ayudé en algo en su carrera deportiva, él me lo ha devuelto con una lección que jamás podré olvidar.
Goian bego.
Txotxe López de Aberasturi