tuve la suerte de trabajar en el equipo que Sabin Intxaurraga formó en la legislatura 2001-2005. Él dirigía el Departamento de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio del Gobierno Vasco. Desde el primer momento el grupo directivo fue una piña y trabajamos muy a gusto. De hecho, después de acabar aquella legislatura nos hemos seguido reuniendo un par de veces al año, alrededor de una mesa, para celebrar un cumpleaños, un acontecimiento especial o para charlar de nuestras cosas. Siempre acabábamos haciendo quinielas políticas para las siguientes elecciones, con el aliciente de que el que más se acercaba a los resultados finales quedaba exento de pagar la siguiente comida.
Hoy me gustaría señalar una virtud que Sabin nos enseñó a vivirla desde el primer momento que comenzamos a trabajar: la austeridad. Recuerdo una de las primeras reuniones del Departamento en la que llevábamos toda la mañana trabajando, no habíamos terminado y paramos para comer y seguir por la tarde. Nos dirigimos a un restaurante y cuando entramos y bajamos las escaleras para ir al comedor vi que un grupo de políticos de determinado partido -no viene a cuento el nombre- estaba comiendo y bien, utilizando herramientas para desguazar algún que otro marisco. Nos saludamos y fuimos a la mesa del fondo. Cuando me senté, vi en medio de la mesa unos cartelitos que ponía: menú de empresa: 30 euros. En mi ingenuidad, pensé que conociendo un poco a Sabin, desde luego, no íbamos a comer a la carta pero que se trataba de un menú adecuado a las circunstancias. Estaba mirando los distintas combinaciones de platos hasta que oí una voz que decía: "Yo, de primero lentejas". La petición me causó asombro porque no encontraba las lentejas en el menú y pensé: se habrá equivocado. Pero no, el que estaba equivocado era yo, que al coger de nuevo el dichoso cartelito vi que en el dorso aparecía: menú del día: 9 euros. Ahí estaban las lentejas de Sabin. Al terminar, cada uno pagamos nuestro menú y volvimos a trabajar, mientras saludábamos de nuevo a los de la mesa de al lado, que seguían luchando con sus herramientas.
Mi amiga Ana Oregi, que estaba en el equipo, me contaba que viniendo un día de Bilbao en coche oficial, Sabin le dijo: "Ana, gaur indabak jango ditugu bidean" (hoy comeremos alubias en el camino). Dicho y hecho, al terminar cada uno pagó su ración y al coche. Sabin sabía distinguir el coche oficial que ponían a su disposición de los gastos que él consideraba personales.
Tenía muchas veces mono de Gorbea. Recuerdo haberle visto en su despacho comiendo un bocadillo con un vaso de agua (hasta en esto era austero) y a última hora de la mañana escaparse al monte a coger un poco de fuerzas.
Sabin no era muy hablador pero nos enseñó con su ejemplo cómo hay que actuar en la vida pública: el respeto por el dinero de todos, la austeridad en los gastos, la vocación de servicio en los cargos políticos. Sabin, Goian bego!
Juan Carlos Mujika