hagamos una red de parkings alrededor de la almendra -a los ya existentes de Santa Bárbara, Dendaraba, Arca, Catedral Nueva, Juan de Ayala o Artium se sumará en breve el de la plaza Amárica- que deje los coches bajo tierra y permita recuperar para el peatón el centro de una Vitoria más habitable. Pero entonces el embotellamiento de tráfico estrangula el primer anillo -entre las calles Francia, la Paz, la Florida, Domingo Beltrán o Gorbea- al provocar que todos los coches se metan al cogollo de la ciudad por esas congestionadas vías en busca de parking. Fuera parkings en el centro. Pero entonces contribuiremos a desertizar el corazón de la ciudad ante la falta de aparcamiento y los atractivos centros comerciales que ofrecen en la periferia comercio, ocio y hostelería con cómodos accesos y parking gratis. Recuperemos los parkings en el centro. Pero entonces el flamante y ambicioso Plan de Movilidad que dibuja sobre la ciudad una gran tela de araña de transporte público y alternativo empieza a contradecirse, pues los subterráneos contribuyen a animar el uso del coche privado. Sustituyamos los parkings por aparcamientos disuasorios en la periferia y gravemos las tarifas de los subterráneos para poner trabas igualmente disuasorias al coche en el centro. Pero entonces reaparecerán las congestiones de tráfico en las calles del primer anillo mientras los parkings del centro están vacíos... y vovemos al principio... Qué sería de Vitoria sin sus eternos debates en forma de bucle.