Nada más perversamente ridículo que imaginar al presidente del Gobierno español, o a cualquiera de sus ministros y ministras, felicitando las navidades a los casi cinco millones de parados, producto de su improvisada y desastrosa gestión, a los cuales, como regalo de Reyes, les será retirada la ayuda de los 426 euros con la que contaban, como ingreso único, paro no morirse de hambre. Tal decisión resulta inaudita en un gobierno socialista.

Todo un insulto para este colectivo, cuyo único delito pasa por demandar un puesto de trabajo con que mantener a sus familias. Su menú de Nochebuena estaría compuesto por aperitivos de miseria variada, una entrada de angustia en su punto y como plato fuerte estofado de asco. De postre, amargura para todos.

Cuando el bienestar de los políticos ha sido alcanzado a costa del malestar de sus administrados, están sobrando los primeros, quienes precisamente, se pasan su puñetera vida predicando todo lo contrario de lo que hacen. Dediquen sus felicitaciones exclusivamente a sus familias y estómagos agradecidos que les colmaran de obsequios y nada más. Extenderlo a los desempleados sería una intolerable afrenta.