Cuando hace cuatro días hablábamos de rebajar la jornada laboral a 35 horas semanales, habida cuenta de que en un país social, económica y políticamente desarrollado como el nuestro lo suyo era trabajar lo estrictamente necesario para poder disfrutar las mieles de nuestro bienestar, nos vemos planteándonos la necesidad de seguir trabajando hasta los 67 años para no caer en la ruina.

En nuestra última subasta electoral (que no campaña), lo digo por lo de vótame a mí y 400 euros y 1.500 por niño o vótame a mí y 2.000 el primero y 3.000 el segundo y un largo etcétera de fantasías irresponsables, hasta el último de los ciudadanos sospechaba que teníamos la espada de Damocles de la crisis sobre la cabeza.

Sin embargo, nuestros políticos daban fe de que no era así, que nuestro país estaba mejor preparado, nuestros bancos económicamente mas sólidos y nuestras empresas más saneadas, no haciendo caso de las medidas a tomar para que no pareciera que había problemas, mintiendo a la ciudadanía, prometiendo dádivas que sólo serían posibles hipotecando el país y engañándonos con tal de mantener el poder o acceder a él, a sus oportunidades económicas y sus chanchullos. Equipos de asesores técnicos, superministros de Economía y Hacienda, fantásticos e innumerables sueldos por todas partes para una farsa monumental.

El delito de estafa, según la biblioteca jurídica es: Engañar a otra u otras personas para procurarse o procurar a un tercero un provecho ilícito en perjuicio de otro u otros. Con la perspectiva del breve tiempo transcurrido y los sucesos que han pasado durante el mismo, está claro que no se trata de un mal sueño del que vayamos a despertar para que continúe todo como estaba. Habrá que mentalizarse para trabajar hasta los 67 años porque nos han estafado.