Este año 35 millones de afectados en todo el mundo -entre quienes sufren la enfermedad directamente y sus familiares cuidadores- viven la Navidad con un cierto sabor amargo, y es que entre ellos convive una persona que ha olvidado el significado que tienen estas fechas, que difícilmente reconoce a los que se sientan alrededor en la mesa y que no recuerda las viejas anécdotas que se relatan, que provocan risas, emoción? y alguna que otra discusión: un miembro que formó parte de esa familia y que hoy se siente un extraño.

A día de hoy, el Alzheimer no tiene cura y poco a poco se va instalando en el seno de miles de familias, minando los corazones de sus miembros, que ven cómo sus seres más queridos van perdiendo lo más valioso: su recuerdo. Recuerdos, historias, nombres y sentimientos que durante estos días llenan los hogares de medio mundo.

Por todo ello, y con el pretexto de que la solidaridad está a flor de piel, desde la Confederación Española de Familiares de Enfermos de Alzheimer y otras Demencias (CEAFA), no podemos dejar pasar la oportunidad para hacer un llamamiento a la sociedad con el fin de que todas estas personas irónicamente no caigan en el olvido.

Los cristianos, las iglesias cristianas en especial, si se ven en la obligación de transmitir el Mensaje, deberían empezar por fomentar, pero de verdad, la confianza mutua, pues es la desconfianza la que genera el proceso armamentístico. Háganles ver a las naciones la incongruencia de "tener que estar preparados para odiar y matar: es la contradicción de tener que ser cristianos y gladiadores al mismo tiempo" (Leon Tolstói).