EL 2 de enero de 2011 entrará en vigor la nueva y más restrictiva Ley Antitabaco, siete años después de la puesta en marcha de la anterior. Se da la circunstancia de que pese a que el Parlamento Vasco está tramitando una norma propia, y que será más dura en algunos aspectos, en Euskadi entrará en vigor la ley estatal que prohíbe fumar en todos los espacios públicos e incluso en zonas al aire libre que están destinadas al uso por menores de edad. Esto significa que el retraso en la elaboración y aprobación de la ley vasca provocará que los ciudadanos vascos estemos sujetos a la legislación estatal durante un tiempo, el que se tarde en poner a punto la norma propia. Un galimatías que contribuye a la general confusión reinante en la sociedad sobre la aplicación de esta nueva ley, su entrada en vigor y, sobre todo, los lugares en los que está prohibido fumar y las sanciones correspondientes. A ello hay que añadir el complicado, polémico y aún desconocido papel que deberán jugar tanto los hosteleros, convertidos sin comerlo ni beberlo en el centro sobre el que gira la polémica, como los ayuntamientos. En definitiva, a dos semanas de la entrada en vigor, no se conoce a ciencia cierta cómo se ejercerá el control de la taxativa prohibición de fumar. Un aspecto fundamental, porque ya con la aplicación de la anterior ley su vigilancia ha sido o nula o poco efectiva. A partir de ahora, por tanto, los fumadores deberán tener asumido que no podrán encender el cigarrillo en ningún establecimiento público, incluidos bares, restaurantes, discotecas y aeropuertos, así como en frontones, e incluso en algunos lugares abiertos, como parques infantiles. Ello supondrá, de modo directo, un cambio radical en los usos y costumbres sociales. Es cierto que ya lo fue la ley de 2005 que prohibía fumar en los centros de trabajo. Pero lugares como bares, restaurantes y centros de ocio como discotecas han sido siempre espacios relacionado muy directamente con el consumo de tabaco. No cabe duda de que la protección de la salud pública general, y en especial la de los menores, precisa de restricciones, pero la ley se ha hecho sin consenso. Mientras, la confusión reina entre consumidores y hosteleros cuando quedan pocos días para el inicio de la prohibición. Un nuevo fracaso -como auguran muchos sectores- sería imperdonable.