HOY hace dos años, el entrañable cantautor euskaldun Mikel Laboa (Donostia, 1934-2008) abandonó, en cuerpo presente, su familia, la tierra, nuestra Euskal Herria y se encontró allá, en lo alto, con sus txoriak. Aquella noticia recibida con sorpresa y dolor como imposible por la eternidad espiritual que poseen los grandes artistas, dejó un silencio, un vacío creativo y comunicativo por la pérdida de una excepcional personalidad.

Quienes tuvimos la ocasión de tratarle personalmente desde hace muchos años, en su época de especialidad médica en Barcelona en 1964, apreciamos ya su entrañable estructura humanista arraigada en los valores más tradicionales de un pueblo que generaron su amplia faceta inspirativa. Ejemplar impulsor del euskera y solidario con toda la problemática de Euskal Herria, es preciso recordar, por lo significativo del momento, la asistencia junto con otros destacados artistas, a la Biennale di Venezia en 1976 bajo el lema Amnistía Denontzat. Mikel, como también casi todo el arte vasco comprometido con su país ha sido miserablemente ignorado en España.

Su aportación a la cultura vasca ha sido y seguirá siendo, trascendental en nuestra historia contemporánea. Un periodo fundamental en la recuperación identitaria y la creación artística: andereñoak, inicio de las ikastolak y el euskara batua, Ez Dok Amairu, los grupos artísticos Gaur, Emen, Orain, Danok, Durangoko Euskal Liburu Azoka, la estatuaria del santuario de Arantzazu, etc.

Supuso la incorporación de una forma de expresión vocal de indudable vanguardia partiendo de referencias compositivas basadas en las raíces peculiares de un pueblo, sus creencias, tradiciones y un idioma singular, el euskera. Una lengua propia antigua muy basada en la tradición oral que revalorizó en su condición y capacidad de incorporar un novedoso lenguaje expresivo y musical dotándole de una contemporaneidad absoluta anticipando su aprecio, práctica y supervivencia futura.

Laboa alcanzó, desde una humildad personal y austeridad escénica, una grandiosidad absoluta creando en sus actuaciones una contagiosa atmósfera poética sencilla a la vez que profunda entre la forma y el fondo. Composiciones comunicadas en una voz entrañable con palabras poseídas de una conmovedora semántica y la hermosura de unos contenidos penetrantes de ancestralidad, de múltiples memorias en ocasiones casi olvidadas, alusivas a la naturaleza, la vida, etnografía, el sufrimiento, el euskara y el país transmitiendo su continua invocación a la autoestima y la libertad.

Un fraseo cálido, cariñoso de tonalidad afable complementado con tiernos agudos lentos sumamente expresivos emitidos en unos registros sorprendentes compuestos de dulzura, armonía y sentimiento. Capaz de desgarros vocales polícromos en matices y texturas con sonidos y tonalidades épicas plenos de significados que en ocasiones sustituían a las palabras, creando un sorprendente, por experimental y vanguardista e impresionante por su profundidad espiritual, artístico paisaje fonético y onomatopéyico.

Mensajes musicales que especialmente apreciados en directo con su sobria presencia, transmitían además de profundidad una gama de sensaciones contagiosamente enternecedoras impregnando su sonoridad la sensibilidad de los asistentes y componiendo un tiempo emocional, una reverberación sensorial que suscitaba en ocasiones temáticamente un llanto espiritual y cuantas veces real. (...)

Su abundante discografía, enriquecida desde 1969 con las bellas y artísticas portadas de su gran amigo, el extraordinario pintor Jose Luís Zumeta, nos permitirá la recreación de momentos inolvidables, y su inseparable guitarra hecha escultura por Juan Gorriti nos recordará que sus cuerdas fueron motivadas por una personalidad genial. (...)

En la memoria colectiva su entrañable figura y la monumentalidad de su obra de inconmensurable dimensión cultural, fundamental en el arte vasco será reconocida por la historia de la música y permanecerá siempre como una inmortal herencia sentimental de Euskal Herria.

Su genuina creación, si fuésemos un país elementalmente culto debería ser analizada en su totalidad y tener por muy diversos valores una consideración y calificación de monumento sonoro perteneciente al Patrimonio Cultural Inmaterial Vasco. Por todo y por tanto, ¡mila esker! Mikel.