El rescate de Irlanda ha diluido la confianza de los mercados tras los recortes y reformas del Gobierno del PSOE y la operación confirma además que el temor evoluciona de modo incontrolable y en cadena
sIETE meses después de que el Banco Central Europeo advirtiera de que el deterioro fiscal en el Estado español se encontraba a la altura de los de Grecia e Irlanda por el aumento del déficit público (11%), la UE ha tenido que acudir al rescate de estos dos últimos países con dos operaciones valoradas en 110.000 millones de euros en el primer caso y de en torno a los 85.000 millones en el segundo. Es decir, casi la cuarta parte de los 750.000 millones del Mecanismo de Estabilización Financiera aprobado por el Ecofin hace medio año. El rescate irlandés, además, parece haber volatilizado la cierta recuperación de confianza lograda por el Gobierno español con las reformas y recortes aprobados por el Ejecutivo de Zapatero y ya hay informes económicos que apuntan que Portugal y España seguirán el mismo camino que Grecia e Irlanda antes de la mitad del próximo año. Tal vez sea exagerado, ya que el déficit público irlandés triplica al de España en porcentaje de PIB y los seguros de riesgo de impago irlandeses son un 45% superiores a los españoles -los griegos los triplican-, si bien no es menos cierto que los parámetros de la economía estatal no mejoran y que las dudas tienen cierta base. El déficit sigue en el 10,9% -aunque sin la retención de las devoluciones del IVA rondaría el 12%- y el paro real ha vuelto a instalarse en las cifras de abril, por encima de los 4.600.000 desempleados, mientras que las previsiones de crecimiento económico y creación de empleo deben ser forzadas para tratar de mejorar la que el FMI realizara hace medio año, situando la recuperación efectiva allá por 2016. Pero, además, los mercados temen que la aparente estabilidad del sistema financiero español no sea real pese a los más de 60.000 millones en ayudas a la banca y que la reestructuración iniciada sea insuficiente. Y no hay mecanismo o Gobierno capaz de controlar la evolución de esa desconfianza que, como se ha demostrado en Irlanda, se desata a velocidades inverosímiles. Una operación de rescate de una economía con el volumen de la española situaría al borde del colapso al euro y, de producirse, la UE se vería casi obligada a plantear una gobernanza económica y un sistema fiscal comunes. Aunque, a la vista del caso irlandés, el Estado español debería ir poniendo su soberanía económica a remojar.