EL expresidente del Gobierno Felipe González se destapó ayer con unas revelaciones que si bien no sorprenden a muchos sí causan estupor, tanto por la peculiar "verdad" que transmiten sobre su figura y sobre sus decisiones en aquellos años, como por la ausencia no ya de autocrítica sino de esa firmeza ética de la que tanto se habla. A lo largo de su charla publicada en El País, González recuerda temas como la lucha contra ETA -en toda su dimensión-, las atrocidades de Barrionuevo y Vera -eso que llamó en su tiempo "las cloacas del Estado"-, el general Galindo, los fondos reservados, la corrupción... Pero lo más sangrante es su afirmación de que, aún hoy, tiene dudas de si hizo "lo correcto" cuando dijo que no a la propuesta de "hacer volar" a la cúpula de ETA que, supuestamente, estaba reunida al completo "en el sur de Francia". En primer lugar, se descubre a sí mismo cuando afirma que esa información sobre la reunión "tenía que llegar hasta mí por las implicaciones que tenía" ya que no se trataba "de unas operaciones ordinarias de la lucha contra el terrorismo". Eso significa a las claras que cualquier decisión que tenía "implicaciones" durante su mandato llegaba hasta él. Ni más ni menos. Y todo el mundo recuerda que bajo su presidencia el GAL campó a sus anchas cometiendo asesinatos y atentados en operaciones nada "ordinarias" de la lucha antiterrorista. Por otra parte, sus encendidas defensas de Barrionuevo, Vera y Galindo no por conocidas dejan de tener su relevancia, aunque para ello llegue a echar basura en forma de sospecha sobre el ya fallecido Segundo Marey del que, significativamente, dice que estuvo "detenido" y no secuestrado y reconoce que "lo salva una orden de Pepe Barrionuevo". "Es que todavía hoy no se puede contar eso...", sostiene González. Es decir, que en su escala ética no está contar la verdad, sino la parte que le interesa y cuando interese. Las palabras de Felipe González son inaceptables. Más allá de los consabidos secretos de Estado, el mero hecho de dudar de si hizo lo correcto al no ordenar el asesinato de varios seres humanos -terroristas o no- dice mucho de él, de su Gobierno y de su partido (el PSOE), si éste no le desautoriza de forma expresa, y de su legitimidad para dar lecciones de ética, de firmeza democrática y de actuación política.