ante la noticia de la ampliación del pabellón Buesa Arena -publicada en DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA el pasado día 29 de octubre- ha vuelto a evidenciarse que la ciudad de Vitoria-Gasteiz está representada por dos realidades. La de una ciudadanía que mira al siglo XXI con humildad, pero al mismo tiempo con gran ambición (algo propio de las grandes ciudades) y la Vitoria de provincias, que parece nunca querer despertar de su letargo.
Afortundamente, somos cada vez más los que nos consideramos parte del primer grupo, pero no por ello resulta menos preocupante la actitud que hoy en día siguen manteniendo los de siempre: que si la reforma del Buesa Arena va a ser un despilfarro, que si es para una entidad privada, que no es necesario, que con ese dinero podrían levantarse centanares de viviendas o varias residencias de ancianos...
No voy a recalcar las razones de perogrullo que han llevdo a las instituciones a programar esta acertada reforma (sólo recordar que casi el 90% del aforo está ocupado sólo por los socios y que seguirá siendo de titularidad foral). Pero sí quiero incidir en la necesidad de mirar de una vez a nuestro alrededor y aprender de las grandes ciudades y verdaderas capitales que nos rodean. Estas capitales han apostado por el futuro, por las grandes infraestructuras y la jugada les está salido redonda. Bilbao se ha convertido en la gran metrópoli del norte de España (¡quien lo iba a decir a mediados de los ochenta!) y Burgos, Pamplona e incluso Logroño nos están adelantando.
Quiero una ciudad que sea realmente lo que nos merecemos; quiero un auditorio, un pabellón a la medida de nuestro equipo de baloncesto, quiero la ampliación del tranvía, la estación intermodal soterrada, un circuito de velocidad en Araka... y lo quiero ya. Para mirar de tú a tú a las grandes urbes del país.
Y lo quiero porque ya no somos un pueblo ni una ciudad de provincias perdida en medio de una llanada (le pese a quien le pese). Y lo quiero porque me niego en redondo a que con el dinero de nuestro pabellón, de nuestro auditorio o de nuestro tranvía construyan al norte de esta región un museo de proporciones bíbilicas o un campo de fútbol de dudosa rentabilidad social (tambien para una entidad privada, por cierto).
Vitoria seguirá siendo esa gran ciudad verde, social y comprometida con sus gentes. Pero además estará a la altura de las circunstancias y de la época que nos ha tocado vivir. Yo lo tengo claro: apuesto por la capital de Euskadi del siglo XXI y no por el pueblo que éramos hace treinta años.
Jon Ibáñez