ESTOY harto ya de que en cada jornada de huelga general, las cifras de unos y otros, las de los sindicatos convocantes, los gobiernos de turno (da lo mismo qué gobiernen, si ciudades, provincias, comunidades o países) y las patronales sean tan ridículamente diferentes. El ciudadano, perplejo, sólo puede pensar que alguien miente, o que todos lo hacen, o que son tan imbéciles que ni siquiera han aprendido a sumar, y puede que esta última conclusión sea la más acertada. Debería existir un organismo fiable, y ninguno de los tres aludidos anteriormente lo es (ni sindicatos ni gobiernos ni patronales servirían para esta función, las últimas en realidad sólo han demostrado habilidades para alimentar su codicia), que se encargara de medir la incidencia de una huelga general como la de ayer; de hecho, las instituciones podrían contratar a un buen montón de gente desempleada, que no tiene siquiera la opción de apoyar la huelga porque, claro, ya no dispone de ocupación remunerada, y desperdigarla por polígonos industriales y centros de trabajo para confirmar cuánta gente ha considerado oportuno secundar la llamada a la huelga. Todos saldríamos ganando, sobre todo esos parados que por un día podrían ingresar algo de dinero en sus cuentas, si es que las tienen, las cuentas digo. Aunque claro, si hay tantos desempleados es porque el Gobierno no ha sabido afrontar la crisis, y si hay tantos recortes en la legislación laboral es porque ese mismo Gobierno no se atreve a enfrentarse a la patronal. Igual se merecen otra huelga general, pero que sea todos juntos.