EL que un mosquito vuele a gran velocidad no es razón física para que pueda atravesar una malla, solamente para que quede mucho más aplastado. Han pasado 9 años desde el día en que la política internacional dio un giro al devenir de las próximas generaciones, pero no existe una explicación convincente sobre los hechos ni su autoría; quedan aún muchas dudas y preguntas, que deben responderse cuando el tiempo ha disipado el tremendo choque emocional.

Los investigadores Charles Lewis y Mark Reading-Smith descubrieron 935 mentiras en los dos años que siguieron al atentado para justificar los ataques, primero a Afganistán culpando a Bin Laden, luego a Irak, culpando a Sadam Hussein, mañana quizá Irán con alguna otra excusa. Hay muchos libros escritos para quien quiera buscar y son visibles en la red. En honor de la verdad han sido creadas asociaciones, basadas en cálculos científicos, que hacen imposible la caída de un edificio calculado para resistir el impacto de un gran avión; en causas familiares, o de tipo profesional como los bomberos o los pilotos, que consideran las maniobras de acercamiento a las Torres casi imposibles para supuestos aficionados. Algunos de los interrogantes más importantes son la temperatura necesaria (1560º) para fundir el acero, que sólo alcanzó los 900º, la entrada del avión a ambos edificios con las alas partiendo las fuertes columnas como si fuesen de mantequilla, los restos de nanothermita, las tremendas explosiones que se escucharon en la parte baja, la velocidad de caída libre de los edificios, la descomposición del hormigón, o los restos inexistentes del avión en el Pentágono. Anómalas operaciones bursátiles antes del atentado, pasaportes intactos entre los escombros humeantes, las pruebas del lugar del crimen desaparecen. ¿Cuántos edificios cayeron aquel día? ¿Dos? El WTC7, un edificio de 47 plantas no impactado por ningún avión, a unos 100 metros de las otras dos torres, cayó a las 17.20 horas, las columnas no ofrecieron resistencia.

Podemos afirmar ya que la versión oficial no se aguanta y debería caer con la misma facilidad que lo hicieron los edificios. Su único sostén es la afirmación del Senado norteamericano y la repetición sistemática de los medios. "Un cuento de hadas" para John Lear, piloto comercial con 19.000 horas de vuelo. Los primeros años era imposible discutir el 11-S sin parecer ingenuo, paranoico o cómplice. Hoy ya no. Pueden encontrar decenas de testimonios buscando las palabras Truth 11S, 9.11truth.org o similares, también en castellano. La comisión oficial no encontró ninguna prueba entre Sadam y Al Qaeda. El arquitecto Frank De Martini y otros afirmaron que la solidez de las Torres tornaba inimaginable que se derrumbaran por el choque de un avión. Una demolición controlada para que se produjera en medio de la confusión, según el ingeniero Jack Heller. Para el piloto Glen Stanish, se trató de A job inside. Hay preguntas de pura lógica, en común con el 11-M de Madrid o el 7-J en Londres. ¿Por qué todas las víctimas eran de clase baja? Casualmente, aquel día a las 9.00 horas no trabajaba nadie con un salario superior a 60.000 dólares anuales. Hasta la actriz Sharon Stone, parte de un colectivo crítico de más de cien periodistas y artistas, acostumbrada a los escenarios huecos, afirmó: "Nunca creí la historia de la destrucción del WTC". Figuras de relieve político como Andreas Von Bülow, ex ministro de Defensa aleman; Michael Meacher, ex ministro de Tony Blair; y Francesco Cossiga, ex presidente italiano, insinuaron una planificación de las más altas esferas. Las grandes acciones militares precisan grandes justificaciones para mover la opinión pública. Gore Vidal publicó su libro Bush & Bin Laden, S. A. y Noam Chomsky firmó Piratas y emperadores.

En noviembre de 2008, el arquitecto Richard Gage, miembro de Arquitectos e Ingenieros para la Verdad del 9/11, habló en el Colegio de Arquitectos de Madrid, mostrando pruebas científicas sobre las falsedades de la versión oficial. La asociación tiene hoy casi mil socios, técnicos en la materia. La fundó en 2006 al escuchar una entrevista al teólogo David Ray Griffin, que era enemigo de la teoría conspirativa, hasta que cambió de idea. Steven Jones, Dave Von Kleist, o el danés Niels Harrit, entre otros muchos, han expresado su contraria opinión. El cámara oficial del Gobierno, Kurt Sonnenfeld, se asustó de lo que grabó entre los escombros y quiso hacerlo público, hoy es refugiado en Argentina.

Es la única vez en la historia que un edificio ha caído por el impacto de un avión. La estructura de un avión comparada con la de un edificio es paja contra madera. El 28 de julio de 1945 el bombardero estadounidense Mitchell B-25 se estrelló por la niebla contra el piso 79 del Empire State. Le dio un buen mordisco pero se mantuvo en pie y el incendio fue controlado en pocas horas. La torre Windsor ardió por dos días en Madrid y se mantuvo en su sitio. Los días previos al 11-S algunas de las plantas de las Torres fueron desalojadas bajo pretexto de revisiones técnicas y los perros detectores de explosivos retirados. La empresa responsable de la seguridad era Securacom (luego Stratesec) ¿Su director? Marvin Bush, el hermano pequeño. ¿Qué pasaría si empezaran a surgir dudas razonables sobre el verdadero autor del atentado del 11-S?

Después de un asesinato la policía se pregunta ¿Qui bono? Hay quien afirma incluso que se podría llegar un segundo 11-S. Hace falta otro casus belli. ¿Tal vez el inquietante 10º aniversario de 2011? La importancia del 11-S reside en la exportación del miedo y en la capacidad de su utilización por una elite como catapulta para iniciar una cruzada contra todo lo que suponga un obstáculo en su idea de dominación global militar, política, económica, tecnológica e ideológica.

Hay una idea mesiánica y fundamentalista que se llama Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC) que necesitaba otro Pearl Harbour. Para eso la excusa de luchar contra el terrorismo es perfecta. Un pájaro chocó contra una papelera y la tumbó. ¿Cómo puede ser que tan pocos se pregunten si ello es posible? Todos lo vimos con nuestros propios ojos, pero estamos tan acostumbrados a los trucos de Hollywood que ya ninguno nos inmuta.