Hice el ejercicio de leer unas cuantas crónicas antes de ver las imágenes del esperpento –y que me perdone Valle-Inclán– de la rueda de prensa de la exconcejal socialista Leire Díez –“ni fontanera, ni cobarde”, se autodefinió–, la irrupción de Víctor de Aldama –imputado por el caso Hidrocarburos y en libertad por su supuesta colaboración en el caso Koldo– y la intervención estelar del empresario Javier Pérez Dolset. Y quizá el mejor resumen lo encontré en un artículo de elDiario.es, que recogía la cita de un reportero presente en la trifulca: “Esto es la polla”. Pues eso. No es que andemos escasos de ejemplos de degradación de la vida política, pero lo de este miércoles anda cerca cerca de aquel alcalde marbellí presentando un programa televisivo desde un jacuzzi en los 90. Reaparecen en los análisis periodísticos episodios como Ruiz-Mateos disfrazado de Superman, la fuga de Luis Roldán, el falso cura que irrumpió en casa de Luis Bárcenas... Aquel ¡joder, qué tropa! con el que Mariano Rajoy parafraseó al conde de Romanones define muy bien la política de la Villa y Corte. Y lo peor no es el absoluto ridículo del episodio del miércoles, sino que es síntoma –otro más– de una manera de hacer en política que se desarrolla en el subsuelo. Y la respuesta de Ferraz y Génova está siendo, francamente, decepcionante.