cONTINÚAN las muertes violentas de migrantes en busca del sueño americano, tanto del lado mexicano como del norteamericano. ¿Patente de corso para la vida y la muerte? Un funcionario federal dijo hace unos días que un testigo declaró a las autoridades que los 72 asesinados encontrados en una fosa en el interior de un rancho en inmediaciones de San Fernando, Tamaulipas (estado fronterizo con EEUU), eran migrantes. El testigo declaró ser un migrante indocumentado de origen ecuatoriano que logró escapar. En su declaración, aseguró que él y un grupo de migrantes de diferentes nacionalidades viajaban de ilegales rumbo a EEUU y en un rancho fueron interceptados por delincuentes que dijeron pertenecer al grupo delictivo de Los Zetas (ex militares). Les ofrecieron trabajo como sicarios y, al negarse, se dio la orden de asesinarlos a todos. La mayoría de las víctimas eran brasileños y ecuatorianos.
La frontera norte de México con EEUU recibe inmigrantes mexicanos, guatemaltecos, hondureños, ecuatorianos, brasileños, costarricenses, chinos, cubanos, etc. Hasta hace poco, se resolvía por lo general de manera autoritaria: una cultura más poderosa -como ha sido el caso de EEUU- trataba de dominar a los otros suprimiéndolos o bien asimilándolos, pero a raíz de su crisis económica se ha visto en la necesidad de fortalecer sus frontera con militares, la Border Patrol (patrulla de fronteras), cercas, cámaras, perros, intimidación periodística, etc.
Los procedentes de Guatemala, Honduras, Salvador, Ecuador, Brasil, Costa Rica, Venezuela, Perú y otros son ciudadanos que no penetran en México con la intención de quedarse a trabajar en él, sino de alcanzar el sueño americano de poder entrar en los EEUU y toman México como país de tránsito. Sin embargo, las mafias que existen en los estados del sur (Chiapas, Oaxaca, Quintana Roo) abusan de ellos y en múltiples ocasiones son los mismos representantes del Gobierno mexicano quienes así lo hacen, poniendo en peligro la vida de estas personas.
La lógica sería que el Gobierno mexicano pusiera orden en su gente para tener la capacidad moral de reclamar a los EEUU por el maltrato que hace de sus ciudadanos. En cuanto a la discriminación sexual, las mujeres jóvenes y los varones que cruzan por la frontera sur (México con Guatemala) son enganchados y llevados de antro en antro de prostitución por las ciudades mexicanas hasta convertirlos en piltrafas humanas que terminan muertas en basureros fronterizos, mientras que a los varones los capta la mafia o son adquiridos por homosexuales, quienes los llevan a vivir con ellos mientras son jóvenes.
Ramón Larrañaga Torrontegui