Se veía venir, se comentaba, los fieles cada vez más escasos y las iglesias cada vez más vacías pero esto no parecía inquietar a nadie. Hasta que ha llegado el momento en que ya se habla libremente, nada menos que de vertiginosa caída de fieles, según refleja el reportaje que DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA publicó el pasado 3 de septiembre.
Anclada en el pasado y segura de sí misma, nuestra Iglesia, sin querer ver ni hacerse preguntas, no se ha enterado de que el mundo cambia y con el mundo la sociedad. No se ha enterado de que hoy los productos tanto materiales como espirituales no se venden solos. Hoy hay que promocionarlos, presentando al público sus facetas más agradables, más atractivas.
Y en una religión ¿qué es lo más atractivo?, sin ninguna duda, el pecado. Hoy después de siglos de abominarlo y hacerlo odioso, imponiéndonos confesiones y penitencias, aterrorizándonos con amenazas de tremendos achicharramientos a plazo corto o sin plazo para toda la eternidad, ¿se extrañan de la impopularidad que ha alcanzado su institución?
Dénse prisa si no quieren quedarse solos. Acepten que el pecado es amable, simpático, social, solidario, bonito, agradable, incluso delicioso. Háganle una buena campaña de marketing y si no saben cómo hacerlo aprendan de los suizos, viejos sabios que se hinchan a vender al mundo entero sus navajas, envueltas publicitariamente en el prestigio de ser las oficiales del ejército suizo. Un ejército, del que nadie recuerda que haya ganado alguna guerra, porque tampoco recuerda nadie que haya entablado ninguna batalla. Dios les bendiga.