No entiendo por qué nos extrañamos de una acusación generalizada desde el más acendrado centralismo español. Son muchos años vividos entre prohibiciones totalitarias, salidas de mentes enfermas y obsesivas, las mismas que supervivieron al fascismo y que nadie osó sentar ante la justicia, quienes al igual que ETA no van a cambiar de la noche a la mañana.

Estamos viviendo una etapa que suscita en muchos de nosotros ilusión y esperanza en un futuro próximo mejor ante una previsible superación de tanta violencia que nos ha abrumado durante años. Entre las razones que avalan mi optimismo, brilla con luz propia el acercamiento entre opciones y opiniones, antagónicas hasta hoy, y que se van suavizando desde el diálogo abierto, incondicional y atrevido, condición indispensable para llegar a acuerdos entre diferentes.

Pero las actividades del llamado polo soberanista chocan de nuevo con la intransigencia española más acérrima, personificada esta vez en el juez Ismael Moreno de la Audiencia Nacional, a instancias del Gobierno Vasco, ese que nos repite machaconamente que "representa a todos los vascos", que ha procedido a desautorizar a una mayoría social vasca a manifestarse libremente bajo el lema de la defensa de todos los derechos humanos. El obsesivo Rodolfo Ares vuelve a poner en marcha la maquinaria y le bastan las opiniones policiales para dar por bueno el principio de que todo es ETA.

Andoni Pérez Cuadrado