lA operación verano de este año en las carreteras ha finalizado con 364 víctimas mortales, la cifra más baja para el período estival desde 1962. Que sea la más baja en los últimos 48 años cobra mayor relevancia teniendo en cuenta que entonces el parque de vehículos era de 1,5 millones frente a los casi 32 millones actuales y los conductores apenas eran 3,5 millones, cuando hoy alcanzan los 26 millones. Otro dato a resaltar es que se ha convertido en el primer mes de agosto con menos de 200 muertos. El ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ofreció ayer estos datos al mismo tiempo que pedía "por favor" a los guardias civiles que "hagan cumplir la ley", en referencia a la huelga encubierta de bolis caídos que mantienen en protesta por sus condiciones laborales y que ha significado un marcado descenso de las multas de tráfico en los últimos meses. Además, Rubalcaba se apresuró a resaltar que la preocupación del Gobierno no es el afán recaudatorio ante la coincidencia de que las cifras de esta operación verano parecen desmentir las tesis del director general de Tráfico, Pere Navarro, de que a más multas, menos muertos. De hecho, sólo en los primeros diez días de agosto, los agentes realizaron 20.000 denuncias menos que durante el mismo periodo del año anterior, y hubo menos fallecidos en las carreteras. Sin embargo, las grandes cifras de estos últimos meses -hasta el 15 de agosto, 1.028 personas han perdido la vida en la carretera, 194 menos que el año pasado por estas fechas- no pueden darse por buenas. El peaje del asfalto aún es demasiado alto. Sobre todo porque los datos no trasladan el dolor que queda tras los números, su afección a las familias, a las personas. Quizá sea ingenuo pensar que el índice de mortalidad en las carreteras debe ser cero, pero sí debe ser el objetivo que guíe a todos. Las campañas publicitarias, algunas no exentas de polémica por su crudeza, contribuyen a que cale en los conductores la idea de que el vehículo también puede ser un arma mortal en potencia. De ahí la exigencia de una conducción responsable y ajustada a las normas de circulación, por el bien de todos. La vía coercitiva es otra de las recetas empleada a diario con efectos positivos. No obstante, aunque la seguridad no es un juego, tampoco puede convertirse en un negocio, ni en una vía para recaudar.