Dice su autor que son diez y al considerarlas tan reales, me animo a transcribirlas, por si pueden contribuir a enmendar nuestra actual situación:

La primera dice que trates a los demás, como quieres que te traten a ti. La segunda, trata de estar siempre dispuesto a sonreír. La tercera, trata de ser gentil y agradable en el hablar. La cuarta, trata de saber escuchar. La quinta, trata de no discutir, sencillamente de opinar. La sexta, trata de cuidar la puntualidad. La séptima, trata de ser jovial, voluntarioso y dinámico. La octava, trata de guardar para ti tus propias dificultades. La novena, trata de prometer sólo cuando creas que puedes cumplir y la décima, trata de pedir por favor y no olvides decir gracias.

Como veremos ninguna de ellas tiene desperdicio, pero al igual que con los diez mandamientos de la ley de Dios, en los que el primero refunde a todos los demás en uno solo, la primera regla que cito: trata a los demás como quieres que te traten a ti, harían que las otras, vinieran solas por añadidura.

La democracia, tan deseada y tan invocada, está fundada precisamente en la regla primera, donde esa añorada libertad que atesora, termina precisamente cuando empieces a molestar a tu prójimo. Reflexionemos todos un momento.