No hace mucho tiempo estuve visitando el edificio de Prinsengracht 263, en Amsterdam. Allí se refugió de los nazis una familia judía entre julio de 1942 y agosto de 1944; eran Otto Frank, su mujer Edith y sus hijas Margot y Ana Frank. A ellos se les sumarían otras cuatro personas más. El edificio consta de dos partes: una casa de delante (en donde se encontraban las instalaciones de la empresa de Otto Frank) y la casa de atrás, donde malvivían escondidas las ocho personas judías. Ver la casa in situ sobrecoge.

En 1944, el servicio de seguridad alemán fue alertado de la presencia de judíos en Prinsengracht 263. Toda la familia Frank y allegados, excepto uno, murieron en 1945 en campos de concentración nazis. Sólo Otto sobrevive al campo de exterminio de Auschwitz. Como los Frank, millones de familias judías padecieron el mismo sufrimiento durante la II Guerra Mundial.

Sin embargo, la Historia nos dice que los diferentes gobiernos israelíes no han aprendido nada de tan execrable acontecimiento desde el momento en que nació el Estado de Israel; de lo contrario, no se entiende que en este Estado y en los territorios ocupados por éste haya miles de familias palestinas malviviendo en tantas casas de atrás.