LA liberación de más de 50 presos ha terminado de anunciar que en el régimen cubano se está produciendo un cambio importante. Un cambio que no se está produciendo en la misma medida en otros tantos países del mundo en los que se producen flagrantes vulneraciones de los derechos humanos. Por ejemplo, en los países en los que se ejecuta a reos porque la pena de muerte está contemplada en la ley y se lleva a efecto. EEUU ejecutó recientemente a un acusado mediante el fusilamiento que él mismo había solicitado tras permanecer muchos años empantanado en el tristemente famoso corredor de la muerte, en el que malviven (y malmueren) quienes saben que van a ser ejecutados, aunque su espera pueda durar más de veinte años.

No es inane ni gratuito que la derecha española intente desacreditar no sólo al régimen cubano, sino devaluar al mismo tiempo la importante acción que el Gobierno de Zapatero, con su ministro Moratinos como enviado, viene realizando durante los últimos cinco o seis años. La derecha española no quiere dar su brazo a torcer. No le sirve la historia porque sólo la lee de forma rectilínea, pero no está dispuesta a interpretar cada uno de sus pasajes. Los celos la tienen atormentada porque la mediación de Moratinos ha contado con la colaboración esencial de la Iglesia católica y la condescendencia del presidente Obama. Por si fuera poco, todo ello ha logrado que el huelguista de hambre Fariñas abandone sus protestas tras casi 130 días sin comer ni beber.

Con este panorama la derecha sólo puede asumir como esperanzadora la nueva situación o seguir, erre que erre, apoyando medidas de presión. Y ha optado por esta última posición sin aceptar siquiera una revisión que permita a los cubanos abordar los cambios son serenidad. La derecha española no está serena y además parece obsesionada por inquietar cuanto más a los esperanzados cubanos excarcelados, a los que recibe con la clara intención de utilizarlos en su provecho.

Cuba no es, ni nunca ha sido, un país rico; sus recursos naturales no le han facilitado ningún tipo de autoabastecimiento. Hasta tal punto la Europa capitalista estaba convencida de la depauperación de Cuba tras la caída del bloque soviético que la Posición Común de 1996 del Consejo de Europa recoge en varias ocasiones su voluntad de proporcionar cooperación y ayuda humanitaria a los cubanos. En suma, la decisión europea resulta de la previa conclusión de que el empobrecimiento de los cubanos les abocará a cambiar incluso sus estructuras más básicas.

Aprovechó bien el Consejo de Europa la oportunidad que le prestó el hecho de que en febrero de 1996 un avión cubano derribara dos avionetas de la ONG Hermanos al Rescate, que actuaba desde Miami, produciendo la muerte de tres ciudadanos de EEUU y un cubano. En aquella fecha, que coincide con el acceso al Gobierno de Aznar, la UE estaba dirigida por una mayoría de gobiernos conservadores que propiciaron la Posición Común aún vigente. El relevo en la Presidencia cubana auguraba cambios y aperturas que requerían, y siguen requiriendo, la colaboración del elenco político internacional que, por desgracia, no respondió debidamente al intento del Gobierno cubano.

Da la impresión de que la Posición Común persigue interferir rotundamente en el tránsito del sistema económico de la economía planificada hacia una liberalización que lleve su modelo a la economía de mercado sin remisión: "Las políticas de la UE deberían utilizar todos los contactos posibles para preparar a la sociedad cubana para una transición veloz y pacífica hacia un sistema político democrático y a una economía de mercado". He ahí el quid de la cuestión.

Las gestiones realizadas por Moratinos y el arzobispo de La Habana, mediando con el gobierno de Cuba, han dado sus frutos y ya nadie cree que el inmovilismo vuelva a apoderarse de Cuba. Como concluyó el ministro Moratinos en la sesión de control del Congreso, si la nueva actitud ha conseguido la excarcelación de más de 50 presos de conciencia en Cuba, hay que convenir que constituye un éxito político frente a los nulos resultados obtenidos por la postura intransigente de los gobiernos del PP.

Es curioso que en Cuba no se hayan producido ejecuciones con posterioridad al año 2003, a pesar de sus flagrantes maldades, mientras en el último año la aperturista China -tan respetada por necesaria como productora y consumidora en la economía globalizada- ejecutó a varios miles de ciudadanos; y EEUU a 52 personas. Es cierto, y será saludable, que la dictadura cubana requiere una transformación, pero ¿habrá de ser la que quieren los organismos económicos o habrá de ser el resultado de una reflexión profunda en la que participen el Gobierno y los propios cubanos y cubanas de toda condición? No tengo dudas de que buena parte de los movimientos opositores que actúan en Cuba, aunque tienen su residencia fuera de la isla, ejercen sus misiones movidos por el lucro económico y social, sobre todo, las que tienen su sede en la florida Miami, donde perduran auspiciados y financiados por EEUU u otros países de su influencia.

En la isla de Cuba faltan algunos derechos, pero sobran todos los que quieren propiciarlos como una coartada para lograr otros objetivos. El Gobierno cubano ha de trabajar en la noble dirección de organizar unas elecciones democráticas que le legitimen, pero nadie tiene derecho a ocultar la historia de la Revolución, que muestra una trayectoria de cincuenta años de resistencia frente a la amenaza yanqui. Los cubanos y las cubanas necesitan libertad, con mayúscula, que les permita ser más felices, después de los cincuenta años de construcción y asentamiento de su dignidad, como pueblo y como humanos.