ME extraña que todavía no se haya volcado ni quemado nada, que no se acuda a diario a las puertas de los grandes bancos a reclamarles su latrocinio, que no se concentren a las puertas de las sedes de los grandes partidos políticos a darles una manta de collejas a sus dirigentes para ver si van espabilando, que no se apedree al gobierno, la oposición y toda la comparsa para que dejen de hacer los coros a los mercados, las multinacionales, a seis mega-broker que ganaron todo y más y que cuando dejaron de ganar tanto exigieron a los gobiernos y por ende a todos nosotros lo que querían seguir ganando... y se lo dieron y se lo siguen dando. No entiendo que con más de cuatro millones de parados no se dé un puñetazo sobre la mesa, por no dárselo en la jeta a más de uno, y se salga a la calle.
Primero cargaron contra nuestras madres, nuestros padres, y sus pensiones de miseria fueron congeladas. Luego cargaron contra mi médico, mi enfermera, el policía que me protege, el barrendero que limpia mi calle, el bombero que vela por mí, y les bajaron el sueldo. Cargaron sus balas contra todos los que mantienen el estado de nuestro bienestar, y vivieron un poco peor. Ahora cargan contra los parados, con promesas de mayor precariedad y mejores contratos, para devolverlos con más facilidad a la calle, sin esperanza, sólo con la certeza de mayores recortes para que nuestros hijos y nietos vivan en lo precario con la espada de Damocles sobre sus cabezas.
¿Y sabéis una cosa? Esto sólo es el principio. No podemos permitir esta sangría. Esto tiene que cesar o lo estaremos pagando durante generaciones. Debemos ir a lo intocable, estamos armados de razón y vamos a luchar por lo nuestro. Si queréis medidas, tomar éstas:
Es preciso aumentar la presión fiscal y equipararla a los países europeos. Es necesario que las iglesias, y en especial la católica, empiecen a contribuir, pero no con limosnas y oraciones sino pagando la cuota que le cabe por un impuesto. Es de justicia que la monarquía y la aristocracia de este país dejen de ser un parásito. ¿Hace falta que hable de la necesidad de una tasa a las transacciones financieras internacionales o del expolio a las arcas que supone el ejército?
Estamos en shock y ellos están aprovechándose. Incapaces de reaccionar, sacudidos por un golpe emocional que nos tiene noqueados, pero en pie como ese boxeador que después de recibir un brutal gancho está literalmente KO pero se mantiene vertical y su contrincante aprovecha para meterle todos los golpes posibles hasta derribarlo. Así está actuando el gobierno, preso de los mercados financieros, rehén de las grandes empresas transnacionales y los broker que mueven miles de millones en operaciones especulativas?
La patronal y los bancos van a por los máximos y, después del teatrillo de la mesa de diálogo social con los sindicatos españoles, donde ya se han dado un barniz de negociación sobre sus pestilentes intenciones, no han llegado a ningún acuerdo. El siguiente paso es poner a su sicario en acción; el gobierno comienza a golpear una vez y otra a una sociedad conmocionada incapaz de oponer resistencia? Pero esta circunstancia es transitoria.
De esta turbación se sale pero es imprescindible sacudir la cabeza, convulsionar el cuerpo, gritar y tomar conciencia de que si nos abandonamos a la desesperación y la laxitud, los buitres carroñeros harán la mayor mella posible sobre nuestra circunstancia y sobre nuestro futuro.
Darnos cuenta de que es el momento de presentar resistencia y decir que por ahí no pasamos. Ellos saben que alguna nos cuelan pero también que si no oponemos resistencia nos las meterán casi todas y la siguiente vez no tendrán reparos en introducir el paquete completo y ya será demasiado tarde. Es el momento de levantarnos, de ir a la huelga general y de participar en todas las convocatorias que se opongan a sus recortes.
Oskar Gasteiz Elbide