SE acerca la campaña electoral. He aquí mi propuesta de proyectos emblemáticos para nuestra ciudad. En primer lugar, está claro qué tenemos que hacer con la cúpula del Buesa Arena, ahora que vamos a construir un cojopabellón a la altura de nuestro equipazo. Es tan fácil como trasladar la bóveda a la plaza Nueva, así matamos dos pájaros de un tiro: reciclaje sostenible de la estructura y materialización de aquel plan techumbre de Lazcoz. Ya me veo disfrutando de terracita en plena nevada de febrero. Segundo: la escultura de la plaza Euskaltzaindia. De verdad que aún no me creo que mis nietos conozcan el auditorio de marras -y sigo proponiendo como nombre Winton Marsalis o, en su defecto, Melendi, que para algo amenizó al aniversario de nuestra capitalidad-, pero la escultura hay que trasladarla a la Virgen Blanca donde, además de integrarse en el paisanaje 2.0, permitirá aliviar los rigores del estío durante la bajada de Celedón. Tranquilos, está todo pensado. El monumento a la Batalla de Vitoria lo trasladamos a San Prudencio con Fueros, que para algo acabamos de encontrar allí restos de soldados napoleónicos. Y el espacio de Euskaltzaindia, por qué no reservarlo al Guggenheim de Urdabai reconvertido en Guggenheim de Lakua. Y hablando de esculturas, si le dedicamos una a Ken Follett, y teniendo en cuenta el augurio atávico que El Caminante supone respecto a Splitter, ¿para cuándo una estatua en homenaje a Ivanovic? El italiano que me encontré en la Patagonia no conocía Vitoria por ninguna novela de consumo, sino por el Baskonia...
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