DESPUÉS de la apoteósica final, y el no menos apoteósico curro que nos costó elaborar las casi 30 páginas del éxito baskonista que ustedes se encontraron ayer en el kiosco con DNA -también campeones aunque pocos creían en nosotros cuando empezamos- me fui a tomar unas cervezas por el Casco Viejo. Tenía mis dudas, no obstante, porque era martes por la noche, porque hacía mal tiempo y porque con esta crisis que todo lo tapa parece imposible encontrar un hueco en nuestro ánimo para alegrarnos demasiado por algo que vaya más allá de llegar a fin de mes con un mínimo desahogo. Pero arribamos a la Cuchi y aluciné. Los bares estaban a rebosar como si de fiestas se tratara. Había fanfarre y música por las calles, la gente bailaba y cantaba y no paraba de sonreír y abrazarse. Entonces caí en la cuenta de que las personas no han cambiado, que siguen ávidas de buenas noticias, que les encanta sentirse orgullosos de ser quienes son y que los éxitos del Baskonia no hacen sino recordárselo y elevar un par de grados su propia autoestima. Entonces se me acercó un chico con el brazo escayolado y me espetó: "Te conozco, eres periodista desde hace mucho, pero seguro que no has caído en la cuenta de que hemos ganado cuatro cero". Le dije: "No, tres cero". "Cuatro, cuatro. Los dos partidos de Barcelona, el de ayer que nos lo robaron los árbitros y la prórroga". Y, pensándolo bien, hubo que tumbar cuatro veces al Barça para hacerse con el título. Más mérito aún. Tenías razón, Eneko. Que lo disfrutes aunque hoy, quizá, todavía te duela un poco la cabeza. Como a mí.
- Multimedia
- Servicios
- Participación