Si en el transcurso de una competición deportiva o de un espectáculo musical aparece un grupo de espontáneos provocadores y agresivos, es fácil que no sea centro de atención durante más de un minuto; enseguida, guardias de seguridad se abalanzan sobre los sujetos para, acto seguido, hacerlos desaparecer como por arte de magia. Sin embargo, estos días hemos podido ver cómo algunos energúmenos se ensañaban con una vaquilla en un pueblo de Málaga ante la pasividad policial. Es evidente que dos agentes destinados en la plaza no pueden detener a 10 ó 15 cafres, pero este tipo de sucesos que vienen dándose con frecuencia en festejos populares podrían evitarse si existiera de antemano un plan de actuación. Es inconcebible que en un país democrático y que se supone moderno, jóvenes incontrolados pateen a un ser vivo durante 25 minutos, una parte de aficionados los jaleen y las fuerzas de orden público no puedan intervenir. El día que éstas dispongan de un protocolo mínimo de actuación en encierros y capeas que evite el acoso y vejación de un animal hasta la extenuación, podremos empezar a pensar que habitamos en un país con verdadero sentido de la justicia.