EL hecho de que el Gobierno Vasco haya tardado más de un año en convocar el Consejo Asesor del Euskera se ha podido deber a las dificultades que conlleva la complicada tarea de hacerse cargo de todo un gobierno sin contar con experiencias anteriores en la gestión pública a esos niveles. Ha podido deberse, también, a las turbulencias que han rondado a un departamento como el de Cultura, donde han ido dimitiendo varios altos cargos, entre ellos, el responsable de la materia hasta el pasado mes de abril, Ramón Etxezarreta. O también porque no existía una clara estrategia para abordar un tema espinoso como el de la defensa y difusión del euskera, máxime cuando en este capítulo el PSE tiene que hacer valer la influencia del compañero de viaje que ha elegido para esta legislatura, el PP, que hizo posible que Patxi López llegara a Ajuria Enea. La voluntad de López hacia este tema se va a poner a prueba, entre otros, en el rumbo que vaya a ir tomando el consejo que ayer se reunió en Lehendakaritza. Un consejo que en la anterior legislatura hizo posible que una representación muy plural de sectores que trabajan con el euskera realizaran un diagnóstico común y plantearan en torno a un documento al que se llamó Euskara 21, una de las mayores cotas de adhesión sobre las estrategias en torno a la política lingüística. Fue tal el apoyo logrado sobre principios como la adhesión social, la progresividad, la idea de la voluntad o la de la firmeza democrática, que el mismo López tuvo que reivindicar este documento ante los 40 componentes de la Consejo que se reunió ayer y ante quienes lanzó ideas como "impulso activo" del euskera; corregir la actual "asimetría" con respecto al castellano; hacerlo de forma "equilibrada y sin marginaciones", o garantizar los "derechos lingüísticos", sembrando así la duda sobre a qué idioma se refería al hablar de marginación y de qué derechos estaría citando. Al margen de la ingeniería léxica de la que hizo gala, lo cierto es que en torno a la necesidad de impulsar y fomentar el euskera ha existido hasta ahora una praxis incuestionable en la acción pública que se ha sustentado en la acción positiva para favorecerlo con el objetivo de compensar el déficit de normalización que arrastra el idioma propio del país. Y por eso, por ahora, López pasa de puntillas.

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