aestas alturas, no hay duda de que la situación de crisis económica generalizada en Europa ha tenido su origen en los movimientos especulativos de los sectores financiero e inmobiliario que en cascada se han propagado por todos los sectores. La corriente neoliberal dominante fue el caldo de cultivo ideal para el funcionamiento libérrimo de unos mercados que en su actuar ciego nos han conducido al lugar donde nos encontramos: economías averiadas y sociedades maltrechas. Una filosofía económica convertida en pensamiento único que, de manera más o menos explícita y evidente, ha guiado la actuación de los gobiernos de Europa, sin distinción de colores.
Pero en el Estado hemos tenido además, la actuación irresponsable del Gobierno de Zapatero. Con una política más pendiente de los gestos, avaló desde la inopia las medidas de rescate del sistema financiero consistentes en insuflar miles y miles de millones por parte de los gobiernos europeos, americano e instituciones financieras internacionales como el FMI para dotarle de la necesaria estabilidad y liquidez, bajo la especie de estar sosteniendo los fundamentos del sistema. Además, y al tiempo que promovía una gaseosa e inocua Ley de Economía Sostenible, de urgencia implementaba programas de ayuda a los ayuntamientos, Planes E, consistentes en la mayor parte de los casos en parches sin la mayor pretensión, como los créditos fiscales indiscriminados y los diversos renoves para aguantar el momento e ir tirando. Todas estas medidas han vaciado de manera irresponsable las arcas públicas y nos dejan con un Gobierno obligado a cumplir con los compromisos de pertenencia al club de la moneda, obligado a cuadrar presupuestos y drenando recursos donde más duele a las clases que dice defender.
En el paquete de recorte presupuestario se cuela un recorte importante de la obra pública gestionada por el Ministerio de Fomento. Un ahorro de más de 6.000 millones de euros en infraestructuras del transporte que sufrirán atrasos y cancelaciones. Lo que hasta ayer era la gloria de un Estado ejemplo del mundo, su programa de Alta Velocidad inspirando a los mismísimos EEUU, se dice ahora que quizá estaba exagerado. Se apela a la racionalidad para justificar ese ahorro. Racionalidad sobrevenida que reclama la validación de los proyectos con análisis de coste-beneficio a balón pasado.
Esta propuesta de rebaja importante en las inversiones públicas que contradice la política de estímulos de anteayer y que pone nerviosos a quienes en el ámbito de la CAPV siguen anclados en la idea de que la ejecución de infraestructuras, cualquiera, es, en sí mismo, un valor irrenunciable, sin pensar que el esfuerzo presupuestario en inversiones innecesarias o insostenibles puede ser irresponsable.
Apelando al espíritu de las Directrices de Ordenación del Territorio vigentes en la CAPV, y desde un análisis de necesidades de tráficos de mercancías actuales y previsión de futuros, la política portuaria debería guiarse por criterios de complementariedad entre Baiona, Bilbao y Pasaia; por lo que respecta a los aeropuertos, tampoco tiene sentido contar con cinco en un área tan reducida como Euskal Herria, y menos cuando entren en servicio las nuevas infraestructuras ferroviarias que nos permitirán viajar en tiempos más competitivos que los del avión.
Por lo que se refiere a las nuevas infraestructuras ferroviarias que están ya en fase de construcción, éstas deberían permitir tráficos mixtos de mercancías y de viajeros. Además, deben servir como enlace con las grandes redes transeuropeas y con el corredor mediterráneo, permitir la conexión de las capitales vascas y de las áreas funcionales entre sí y con las capitales.
En este tiempo de crisis, Euskal Herria sigue teniendo carencias en infraestructuras que habría que atender sin demora. Sin embargo, seguir en el empeño de dotar a todos los territorios de puerto y aeropuerto, hacer apuestas dobles con las autopistas y el ferrocarril, etc. sin agotar todo el rendimiento de las infraestructuras del transporte actualmente disponibles con una verdadera ordenación del país, es un despilfarro de recursos que nunca nos pudimos permitir.
Es tiempo de establecer prioridades, de elegir bien las inversiones a acometer sacando el máximo partido de unos recursos, los presupuestarios y el territorio que son siempre, no se olvide, limitados. Sin nervios, sin improvisación y sin contradicciones.