De uno y otro bando. Pero, ¿por qué sólo de la Guerra Civil y del franquismo? La tierra removida se queja. Y con razón. ¡Dejad en paz a los muertos, que en paz descansan! Habría que remontarse a don Pelayo en los comienzos de la Reconquista, y aún antes, para reconocer a nuestros antepasados muertos por su patria. De la guerra contra el reino nazarí, ni se diga. Lepanto había levantado bandera contra los turcos otomanos, moros, y nadie enterró a sus muertos y menos aún los desenterró. Tuve en Rodas, bajo mis pies, las tumbas de cruzados que ahí siguen, guste o no, cristianos. Pero ahí siguen, antepasados nuestros. Y, por cierto, en la conquista del reino de Granada hubo muchísimos muertos, tanto por parte de los Reyes Católicos como por los comandados por el rey moro Muley Hacén, su hermano el Zagal y su hijo Boabdil el Chico. Tampoco se enterró a casi nadie. Sobre el campo del reino nazarí hurgaban los buitres. Lo mismo que en India los muertos sobre las torres del silencio. Otros, la mayoría, son incinerados y sus cenizas arrojadas al Ganges. Pero prefiero volver a nuestra patria y a don Pelayo, quien, una vez hundido el reino hispano visigodo en 711, se puso a la cabeza del alzamiento en la batalla de Covadonga. Quedaron muertos a los pies y cima de las montañas en la batalla de 28 de mayo de 722. Ni siquiera se sabe si fueron sepultados cristianos o moros, muertos en la guerra de la Reconquista.
¿Y a qué viene el trajín del juez Garzón por desenterrar cuerpos de tiempos del franquismo tras su fracaso en las cunetas de Viznar y los pozos de Camuñas? ¿No hay muertos del Frente Popular sin desenterrar? Claro, eran tiempos de la II República con Largo Caballero y Azaña.