DICHO de un instrumento o de un acto: que produce contusión. Que produce gran impresión en el ánimo, convenciéndolo". Son las dos primeras acepciones que el Diccionario de la Real Academia Española establece para el término contundente. Es la palabra de moda en política cuando se trata de hablar de presuntos casos de corrupción. Hay muchas palabras para definir a Mariano Rajoy, les hablé de él recientemente en este mismo espacio porque sospecho que pocos le recuerdan ya. Ya saben, el de "son las 13 horas y 20 minutos del domingo 22 de febrero del año 2009 y, por sorprendente que pueda parecer, el señor Bermejo todavía no ha sido cesado". El de la rueda de prensa con la plana mayor del partido clamando contra una conspiración judeomasónica judicialsocialista. El del ex tesorero imputadísimo que todavía es senador -usted y yo le pagamos el sueldo, el PP, el abogado-, el del ex presidente de comunidad autónoma con tres millones de euros de fianza, el del presidente autonómico con trajes manchados y sin recibo. Su silencio, su mirar para otro lado como si la película no fuera con él, alarga la sospecha sobre él mismo cuando no se ha puesto en cuestión judicial ni su nombre ni, al menos por ahora, su partido. Rajoy debe tomar el liderazgo -que ya va siendo hora después de seis años- si quiere demostrar que puede gobernar un país, si no quiere acabar escuchando hasta el fin de sus días políticos la misma cantinela, como si el amigo Catón el Viejo reviviera: Ceterum censeo Carthaginem esse delendam... Y Cartago fue destruida.