la capacidad de irradiación mediática del MLNV es inconmensurable. El debate sobre la nueva orientación que habría de adquirir el mundo de la ultraizquierda vasca ha ocupado las cabeceras de medios de comunicación del país y de fuera del país. La gran paradoja del antiterrorismo dominante es que, a la vez que ilegalizan las plataformas políticas de este sector, a sus debates y acciones les ofrecen el efecto multiplicador de las más potentes plataformas mediáticas.

Se esperaba un gran parto, un acontecimiento histórico. Se celebraba el parto de los montes. Pero, ¡oh!, gran decepción. La montaña sólo parió un ratón. Si alguien esperaba una oportunidad para la llamada deslegitimación social de la violencia, la respuesta no puede ser más desilusionante. De entrada, el relato que sostiene el documento Zutik Euskal Herria es rotundamente continuista. Su nuevo planteamiento estratégico se enmarca en una autofascinante invocación a la victoria de su proyecto que, aunque ha traído décadas de dolor y sufrimiento, todavía autodenominan de liberación. Pero, además, si alguien esperaba un adiós inmediato e incondicional a las armas, el colectivo de presos Gakoa ha podido desvelar la auténtica clave del debate: la lucha armada, el ejercicio del terror contra el pueblo, no ha sido puesta en cuestión.

No cabe duda que el documento Zutik Euskal Herria plantea alguna que otra variante estratégica, aunque siempre en un contexto en el que preponderan las invariantes, la continuidad de los rasgos más esenciales de esa conducta del MLNV que ha dado reiteradamente motivos para la reprobación popular masiva. De las variantes, la menor es el compromiso con una ausencia total de violencia a la hora de acompañar el llamado proceso democrático. Similar compromiso adquirido en 1998 no disuadió a ETA de asesinar a Fernando Buesa, Jose Mari Korta o Mikel Uribe, por citar tres ejemplos entre muchas víctimas más. Lo mismo se puede decir de las expectativas que Otegi creó en Anoeta a finales de 2004 al blandir el ramo de olivo como enseña de paz.

La otra de las variantes más llamativas, la referida a los principios Mitchell, exigiría, si aspiramos a evitar los traspiés del modelo irlandés, su materialización inmediata y sin contrapartidas por parte de ETA. Frente a esta exigencia, del tenor del texto del citado documento de reflexión y de su contexto, más parece deducirse que su mención sea un truco de entretenimiento.

Pero, las continuidades estratégicas son de mucho mayor calado que esas escasas novedades. Por ejemplo, las instituciones vascas no existen en el documento. Para qué mentarlas, parece decirse, si ni siquiera son fruto de un proceso democrático. En un alarde típico de patrimonialismo totalitario se significa que es la izquierda abertzale la que establecerá unilateralmente su inicio. De hecho, las alusiones a la voluntad popular, las referencias al pueblo y la ciudadanía vasca, el compromiso de atenderlos, de someterse a sus deseos, muestran una concepción sectaria de pueblo. En primer lugar, porque se identifican los intereses del pueblo, de la ciudadanía y de la sociedad con los intereses del MLNV o izquierda abertzale. En segundo lugar, porque se sentencia que no hay ni ha habido proceso democrático en Euskadi, porque se desprecia la participación política y las diferentes manifestaciones de la voluntad popular de los últimos 30 años. En tercer lugar, porque no se someten de manera inmediata a lo que de verdad interesa a este pueblo: la renuncia inmediata y unilateral al uso de la violencia y la disolución y el desarme de ETA ante las autoridades democráticas vascas.

En la dinámica confrontación/negociación (se confronta para negociar y se negocia para confrontar) implícita en el seno del documento, la izquierda abertzale asume el liderazgo de la confrontación a través de una acumulación de fuerzas creciente que pretende "llevar la confrontación al terreno donde los estados son más débiles", bajo riesgo de desencadenar una escalada de bipolarización muy peligrosa que lleve por la senda de la ruina frentista la convivencia social y política en el país. Que la confrontación y el levantamiento de murallas sean de carácter político puede parecer un paliativo, pero una espiral puede animar a los antagonistas a rearmarse (en un sentido literal), máxime cuando, ante ese escenario, se busca eludir la derrota moral del recurso a las armas o cuando ni siquiera ha estado en la agenda de la reflexión el cuestionamiento de la utilidad política de la lucha armada.

Se observa, en este sentido, que la negociación es una herramienta del llamado proceso democrático. Es decir, se deja en manos de la negociación la función de hacer progresar las condiciones para confrontar de nuevo. Y es en la negociación donde la izquierda abertzale se empasta con ETA en la acción política. Puede que ETA se ausente de la vanguardia de la confrontación (ya anunció que a la conformación del polo soberanista ofrecería un alto el fuego), pero no renuncia a la tutela. ETA, por tanto, sigue estando ahí y comparte, sin duda, la reflexión del conjunto del MLNV.

Finalmente, resaltaría tres enunciados del documento. El primero, "el concepto de tiempo hay que entenderlo en términos políticos. Son las condiciones políticas y sociales las que fijan el momento de realizar apuestas". El segundo, "estamos comenzando una nueva fase, y ello exige nuevas estrategias e instrumentos. Para llevar a cabo el cambio resulta imprescindible posibilitar una acumulación de fuerzas creciente y llevar la confrontación al terreno donde los estados son más débiles". El tercero, "la conclusión del debate se ha decantado por situar todas las formas de actuación al servicio del reto que entraña la nueva fase política: para favorecer la acumulación de fuerzas que exige el nuevo ciclo". Es decir, lo que interesa en el momento determina las estrategias y a favorecer éstas se disponen los medios oportunos. He aquí la más importante de las continuidades de Zutik Euskal Herria: siguen siendo legítimas (es decir, no condenables) todas las modalidades de lucha, siendo el despliegue o repliegue de éstas una cuestión de naturaleza estratégica, inmune a toda consideración ética o democrática.